Después de diez años de gestión de un presidente que promueve el abandono de todo tipo de actividad deportiva, social y cultural, vecinos del barrio y personas vinculadas al club buscan recuperar el espacio para la comunidad. Todos los miércoles hasta el 25 de marzo de 15.30 a 17.30 está abierta la inscripción a nuevos socios, de cara a la asamblea extraordinaria que formará la nueva comisión directiva.
Por Martín Stoianovich
Constitución al 2400, pleno barrio Bella Vista. A cuadras del boluevard 27 de Febrero y de la avenida Presidente Perón. A metros de uno de los mercados de productores de la ciudad, y rodeado de casas y lugares de trabajo. Ahí está el Club Atlético Francisco de Godoy, en la geografía típica de las barriadas populares. Pero esta vez no es una tarde más: un candando mantiene cerrado el portón de rejas que deja ver el interior del club, y un montoncito de niños y niñas con botines y remeras de fútbol están sobre la vereda, conversando entre ellos junto a sus padres y profesores. Sucede que desde finales de 2014, Rubén Cornero, presidente del club desde 2004, ha decidido que no ingresen más personas. A partir de una medida judicial, un grupo de vecinos y allegados al club logró que se abriera el empadronamiento de socios para lograr la constitución de una nueva comisión directiva. Detrás de esta actualidad, se esconde una larga historia en la que la construcción colectiva de un proyecto deportivo, social y cultural, vuelve a enfrentarse al abandono, la exclusión y el saqueo de un espacio barrial. Detrás de esta actualidad, se esconde la eterna lucha de los clubes barriales.
El Club Godoy fue fundado el 1 de mayo de 1928 de la mano de un grupo de vecinos que reunidos en asamblea le dieron lugar a un espacio que serviría para el desarrollo de actividades deportivas, culturales y sociales. Veinte años después, luego de la primer elección interna para la renovación de autoridades, se realizó la primer reforma del estatuto. Allí quedó asentada la necesidad de avanzar sobre un proyecto de carácter popular que englobe con la misma importancia al deporte y al sostenimiento de actividades culturales y sociales para la comunidad. Pero el paso del tiempo comenzó a dejar consecuencias que alejaron al club del sueño de sus fundadores. Los más de diez años que lleva Cornero en la presidencia de Godoy, arrastraron al club a un estado de abandono en el cual no cabe ningún tipo de actividad que integre a la comunidad de Bella Vista. Así fue que vecinos del barrio junto a militantes de organizaciones vinculadas al trabajo territorial, comenzaron a acercarse al club para intentar dar un giro a este panorama.
Alejandra Benvenuto tiene cincuenta años, vive a pocas cuadras del club y es socia desde su juventud. “A mí nunca me llamaron como socia para elegir al presidente en asamblea, hace años que no se festeja el aniversario del club, ni el fin de año, ni hay eventos para los chicos”, destaca la señora. A su vez, indica que el club fue vaciándose a medida que Cornero iba dejando en evidencia el desinterés por el desarrollo deportivo y social de la institución. “Yo pertenecía al grupo de Bocha, y como la comisión no colaboraba todas se empezaron a ir. La gente quería hacerse socia y le decían que no, y así quedó vacío. Está abierto para cuatro personas que vienen a jugar a las cartas”, remarca.
Gustavo Erb es parte de un grupo de jóvenes que se acercó al club hace tres años para proponer un proyecto deportivo que busca mantener “una línea deportivo-pedagógica que empiece a entender al deporte de otra manera”. El proyecto abarcó distintas categorías de fútbol, desde mayores de 18 años, fútbol infantil para mayores de diez años y fútbol femenino. Así fue que la comisión directiva ofreció cobrar un monto determinado a cambio de las instalaciones. “Pagamos 4500 pesos sin recibo, y cuando participamos de una reunión de comisión directiva, de los cuatro que la integran sólo el presidente sabía que nosotros pagábamos ese dinero. El resto no sabía de esos fondos, que no se saben a dónde fueron a parar porque evidentemente en el club no se invirtieron”, argumenta Erb.
Desde un primer momento la presidencia del club impuso trabas a la conformación del proyecto deportivo. “El primer argumento cuando quisimos hacer las categorías inferiores fue que la gente del barrio no iba a ingresar mientras él esté porque se iba a ‘llenar de negros’”, cuenta Erb. La figura de Cornero como presidente del club abarca desde autoritarismo e irregularidades económicas hasta discriminación a los vecinos del barrio. Contra su negativa, durante el año 2014 compitieron cincuenta chicos y cuarenta mayores de 18 años.
Movilizados por la necesidad de no dejar morir un proyecto colectivo en manos de intereses personales, la pelea por el club llegó a instancias del Poder Judicial. Fue así que se presentó en la Fiscalía una denuncia por irregularidad institucional, por falta de claridad en los balances y por el cierre de cupos para asociar. A partir de esa medida, el club se mantiene cerrado con candado y nadie puede entrar. Desde finales del 2014 los entrenamientos de las categorías de fútbol se realizan en parques abiertos. Sin embargo, la decisión de concretar la denuncia tuvo su fruto: el miércoles 25 de febrero comenzó el período de empadronamiento para nuevos socios, que se extenderá todos los miércoles hasta el 25 de marzo inclusive. Finalmente, el 22 de abril en asamblea extraordinaria se elegirá la nueva comisión directiva. El cupo para socios está abierto a toda la ciudadanía y los únicos requisitos para la inscripción son 50 pesos y el documento.
Organización, el camino a la victoria
“El proceso de organización que se viene dando es la recuperación de la identidad institucional que tiene que ver con la voluntad del barrio”, expresa Gustavo Erb. Bella Vista es uno más de los barrios rosarinos, inmersos en una realidad compleja en donde las necesidades de la comunidad no están incluidas en la agenda política de los gobiernos. “Para nosotros el club es un espacio que no está aislado de la problemática que vive hoy el barrio y la juventud. Lo que buscamos al dar la disputa es la construcción de una cultura popular, de una práctica deportivo-pedagógica, de entender al club como un espacio de contención de laburo que construya subjetividades y que forme relaciones”, analiza Erb.
Ileana Fankhauser, otra integrante del colectivo que busca la recuperación del club, destaca la necesidad de que los vecinos puedan tener acceso a sus derechos, para lo cual este espacio se convierte en un escenario fundamental. “Los chicos tienen un club en el barrio, no deberían tener que tomarse un colectivo para practicar deportes o estar con amigos”, sostiene. Además, respecto de lo que significa la apertura del club agrega: “En estos lugares se inician los procesos de socialización que van más allá de la escuela o el hogar”.
El sueño está un poco más cerca, la esperanza y la fuerza no se perdió. Recuperar el espacio es la próxima victoria en agenda, y hay equipo: niñas, niños, mujeres y hombres. “Nuestra propuesta es formar una comisión directiva que sintetice este movimiento de jóvenes y vecinos del barrio más grandes. Poder reconstruir el club desde nuevas propuestas con esas viejas raíces en la que se construyó el club como tantos otros clubes de barrios”, sintetiza Gustavo. Por su parte Ileana concluye: “Pensamos en talleres de lectura, de danza, carnavales, festejos de cumpleaños además del deporte, pero ahora no tenemos ni los insumos ni el espacio. A partir de las elecciones empieza el desafío para poder materializar todo lo que venimos peleando hace tres años”