Instantáneas (Día 5)
Desde la carpa del aguante, la mamá de Claudio “Mono” Suárez recuerda la lucha de estos 34 meses y reivindica la militancia como un factor fundamental para llegar a la instancia del juicio.
Por Vanina Cánepa
El aire acondicionado se enciende y en unos pocos minutos la sala de audiencias se enfría. Afuera, en la calle, hay viento pero hace calor.
Los testigos de la jornada serán en su mayoría policías que relatarán al tribunal los procedimientos que realizaron luego del triple crimen. Hablarán de sus rutinas, explicarán técnicamente las pericias, darán detalles de cómo extraer información de un celular.
Abajo, apostados sobre la vereda de los tribunales, los acampantes del Movimiento 26 de Junio-Frente Popular Darío Santillán se reunirán de a poco y planificarán, entre otras cosas, la comida del día para los compañeros que se queden a almorzar. Una de las encargadas del menú será Stella Maris Gómez, Lita para los conocidos, y mamá de Claudio “Mono” Suárez, asesinado el 1º de enero de 2012 en la canchita de fútbol del Club Oroño junto a Jeremías Trasante y Adrián “Patom” Rodríguez.
Lita cuenta que prefiere quedarse en la carpa, que no le gusta entrar a la sala de audiencias, que se pone nerviosa. Hoy es su cumpleaños, quizás más tarde le hagan una torta.
En el palacio de Tribunales, los jueces Gustavo Salvador, Ismael Manfrín y José Luis Mascali escuchan a Franco Arana, el policía que examinó la información proveniente de las cámaras de seguridad del Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca) en el momento en que Maximiliano el “Quemadito” Rodríguez -hijo del acusado Sergio “Quemado” Rodríguez y atacado una hora antes del triple crimen- ingresó herido al lugar.
Arana, quien al momento de los hechos se desempeñaba como Jefe de la sección Informática de la Unidad Regional II, relata que ese procedimiento derivó en el secuestro del teléfono de Mauricio “Maurico” Palavecino, otro de los imputados. Minutos más tarde, ingresará a la sala María Lorena Menes, la policía que realizó el peritaje sobre el celular. Recordará que se trataba de un Nextel, que se extrajeron de forma manual las llamadas, los contactos, los mensajes. La fiscalía y la querella le pedirán que repase alguno de los números marcados. La uniformada dirá que hay comunicaciones de Palavecino con un tal “Pezcoi” y un tal “Gueta” -según leerá textualmente- apodos con los que se conoce en el expediente a los acusados Brian Sprío y Gerardo Mansilla (Jeta), quien quedó fuera del proceso judicial por ser menor de edad.
En la carpa de la vereda, Lita repasa los 34 meses de lucha que transcurrieron y dice que se movilizaron mucho para llegar hasta acá: “No paramos ni un día y es por eso que a este juicio se lo vamos a ganar”. Como muchos otros familiares y militantes, Lita habla del miedo inicial que tuvieron los vecinos y de las amenazas que recibían en Villa Moreno, pero piensa que la necesidad de justicia y el cariño por los chicos fueron clave para revertir el temor y lograr que la gente se acercara hasta tribunales para brindar su testimonio. “Los vecinos nos están dando mucha fuerza, mucho apoyo. Yo tengo un orgullo muy grande del barrio donde vivo”, confiesa Lita y se jacta de su militancia, de la de sus hijos. “Salimos a la calle para no quedarnos callados, con nuestra marcha, sin violencia, sin venganza, con nuestra bandera, con el afiche de los pibes pidiendo justicia”.
Lita se muestra satisfecha con la perseverancia de estos casi tres años de lucha y siente que van por buen camino: “No queremos que nos regalen nada, solamente queremos justicia para que a otras familias no les pase lo que nos pasó a nosotros”.
A pesar de la tristeza, la mamá del Mono puede ver más allá de su propio dolor. En su relato se escuchan los ecos de otras voces que intentan combatir a diario la mirada estigmatizante que ciertos sectores sociales tienen sobre la realidad de los jóvenes de los barrios marginales. “Que por favor alguien mire a los pobres porque a nosotros nos matan a un pibe y nadie sabe nada pero si al que matan es a un policía, un funcionario o a gente de arriba enseguida encuentran a los que fueron, los condenan y salen todos los periódicos diciendo lo buena persona que era. Pero si matan a un chico pobre siempre dicen que es ajuste de cuenta, era barrabrava, narco, soldadito, todos calificativos negativos y no es así. Los chicos que viven en la villa no son todos malos”.
Ya es mediodía. En la sala de audiencias seguirán desfilando policías para completar la trama burocrática que dejó registro del triple crimen y de los ataques que le precedieron.
Abajo, en la carpa el sol calentará cada vez más fuerte. Los familiares y amigos seguirán haciendo el aguante y en algún momento celebrarán el cumpleaños de Lita.