Llegó el día
Comienza el histórico juicio por el Triple Crimen de Barrio Moreno, en el que fueron asesinados Jeremías Trasante, Adrián Rodriguez y Claudio Suarez. La causa tiene 4 imputados, entre ellos, Sergio «El Quemado» Rodriguez. Una multitudinaria marcha de antorchas partió desde la canchita de Club Oroño hasta los Tribunales provinciales donde el Movimiento 26 de Junio preparó un acampe que permanecerá hasta que finalice el juicio. enREDando estuvo presente en la marcha y en el emotivo acto con los familiares.
Por María Cruz Ciarniello
Eduardo Trasante, el “Edu” abraza la potencia de su palabra. Su voz nos atraviesa la piel y el corazón: conmueve, estremece, impulsa, moviliza y conjuga una rara mezcla de angustia y esperanza que nos va ganando el llanto y el impenetrable nudo en la garganta.
¿Cómo no emocionarse cada vez que lo escuchamos?
Es imposible no hacerlo. Su relato es la foto de una injusticia que nos colma de un tremendo dolor colectivo. Y a veces, esos duelos se transforman en una necesaria manera de resistir. De eso nos hablan los pibes de barrio Moreno y la canchita del club donde mataron a Jere, Mono y Patom, el 1 de enero de 2012. De eso hablan sus familiares; sus amigos y esas remeras rojas que llevan sus caras y sus nombres; de eso hablan cada una de las estampas y los murales; cada taller o cada nuevo espacio que se construye en el barrio; cada risa y cada sueño de los pibes, cada fuego que se enciende en una antorcha: de cómo un duelo familiar puede convertirse en una poderosa lucha social.
Faltan apenas horas para que comience el juicio por el Triple Crimen; por el asesinato de Jeremias Trasante, Claudio Suarez y Adrián Rodriguez en manos de la patota de Sergio “El Quemado” Rodriguez. Frente a los Tribunales provinciales se prepara un acto y un acampe que encenderá mechas de esperanzas para encontrar un sentido reparador a tanto dolor. Faltan apenas horas, y frente a ese inmenso edificio plagado de expedientes cajoneados por la impericia y las complicidades, Eduardo Trasante alza su voz para contar lo que vivieron aquella fatídica madrugada del 1 de enero de 2012.
-Llegar aquel lugar fue una de las experiencias más duras que nos ha tocado vivir,- dijo Eduardo y continuó:
– Esa madrugada fue muy confusa, por gritos y llantos y mucha gente que se iba acercando a la escena. Mi hijo Jeremías estaba en el piso, temblando, con sus ojos desorbitados, le hablábamos pero no había ningún tipo de señal. A su lado, estaba Adrián, el Patom, con algunos problemas respiratorios, él algo balbuceada. De pronto en medio de la corrida, siento gritos de dolor y a unas 40 metros me encontré con los familiares del Mono. Salimos rumbo al hospital de Emergencias. Yo recuerdo que iba en la camioneta de la policía y llevaba abrazado a Jeremías como si fuera un niño. Empezé a orar y a rogar por él, por Claudio, por Adrián, por los médicos para que usaran sus manos para que pudiésemos hallar un eco favorable en esta situación tan extraordinaria, el dolor fue extremo. Recuerdo que algunos nos juntamos a rogar a Dios-.
Una hora después, las puertas de la Emergencia se abrían para anunciar la peor de las noticias. Jere, Mono y Patom habían fallecido. Así lo recuerda el papá de Jeremías:
-Pasó casi 1 hora cuando las puertas de la Emergencia se abren y solicitan la presencia de Claudio Suarez. Nunca voy a olvidar esa escena. La autoridad policial dijo solamente los familiares directos. Todos hicimos un ahogado silencio para escuchar, los profesionales acababan de avisarles que Claudio estaba muerto, que el Mono había fallecido. Fue un llanto general, un grito de dolor de todos, Claudio era como un hermanito de todos los pibes del barrio. Y no sabíamos a quien contener primero, porque no faltaban brazos pero nos sobraban dolor y lágrimas para hacer frente a terrible noticia. Al instante se abren las puertas, y los médicos piden la presencia de los familiares de Rodriguez. Y allí van, con el silencio que los caracteriza, con ese temor de no saber qué había pasado. Y su silencio fue extremo y no recuerdo si alguno de sus hijos saltó la valla y fue al encuentro de sus padres, pero la noticia nos decía que Adrián acababa de morir. La muerte de Patom, un hijo, un amigo, un ser amado, de pronto la realidad era que él ya no estaba. Adrián también había muerto. Recuerdo que mi esposa me llama y me dice “Eduardo quiero que me digas que todo está bien, que tendremos otra noticia”. Llaman a los familiares de Trasante. Parecía que en vez de avanzar retrocedíamos. Recuerdo que empecé a temblar, algo que decía que la cosa no estaba bien. Escucho la voz de Dios que me dice tené paz y fortaleza. Los médicos dijeron “su hijo Jeremias ingresó óbito al hospital. No sé si fue en el momento en que lo abrazé, lo besé, lo acaricié, pero yo no pude hacer nada por mi hijo. Por Jere. Allí comenzó una experiencia para lo cual no estamos preparados. Ningún padre se prepara para la muerte de un hijo y mucho menos cuando la violencia irrumpe en nuestra suerte y se lleva a nuestros hijos que tenían planes, proyectos, sueños, que le habían puesto el corazón a la lucha.-
Lita Gomez, la mamá del Mono, aferra la foto de su hijo, pronuncia algunas palabras pero se quiebra. Se seca las lágrimas que la acompañan desde aquella madrugada en que las balas fusilaron a Claudio. Los ojos de Lita están llenos de tristeza y entereza. Ella es una militante del Movimiento 26 de Junio y lleva en la sangre, el empuje necesario para seguir caminando, buscando Justicia.
-Agradezco muchísimo a todas las organizaciones, a todos los compañeros que vinieron, gracias por todo este acompañamiento. Son 34 meses que venimos luchando y caminando la calle. Ellos no están solos y no nos vamos a ir de acá hasta que no tengamos la justicia que ellos merecen. Ellos no eran soldaditos de nadie, eran pibes militantes que estaban en el barrio para sacar a los pibes de la calle, de la droga, para decirle que hay otra manera de vivir y que es la lucha y la organización”,- dice, con el llanto abrigando sus últimas palabras.
A su lado, está la hermana de Patom: -Cuánta gente hay acá, no saben lo impresionante que es llevar la cara de mi hermano en una remera. No puedo creer, es impresionante el dolor. Quiero agradece porque sin ustedes esto no hubiese sido posible,- expresa, profundamente conmovida.
La noche calurosa de este 12 de noviembre empieza a levantar viento. Se avecina una tormenta que, sin embargo, no empañará el acampe y una gran carpa que acunará la vigilia durante las primeras horas del juicio. Suena la banda de rock Farolitos, con su enorme compromiso social. Las gotas de la lluvia acompañan, a pesar de todo.
La marcha
Cientos de militantes se movilizaron desde la canchita del Club Oroño en barrio Moreno hasta las puertas de los Tribunales, donde un mar de fuegos encendió el aire, todavía húmedo de la noche. De ese rincón de la ciudad que insiste en llenarse de vida, partió la marcha de las antorchas convocada por el Movimiento 26 de junio, el espacio donde Jeremías, Claudio y Adrián construían sueños colectivos. Más de tres cuadras colmadas de banderas y militantes caminaron por calle Moreno, desde Presidente Quintana, hasta llegar a Balcarce y Pellegrini.
Allí tendrá lugar el tan esperado juicio oral y público que comienza este miércoles 13 de noviembre, con una primera audiencia de alegatos y con la presencia de más de 80 testigos que declararan en el trascurso del proceso judicial.
34 meses pasaron hasta llegar a esta histórica instancia que se alcanza luego de la insistente lucha de toda una militancia que se encargó de poner blanco sobre negro: el crimen de los pibes de Moreno no fue un ajuste de cuentas como intentaba hacer creer la versión policial y oficial de los hechos. “Ellos no eran soldaditos de nadie”, dijeron en ese primer comunicado emitido a pocas horas del triple crimen que visibilizó lo que ya sucedía en los barrios rosarinos, comenzando a desnudar una compleja trama de complicidad policial y judicial con el negocio del narcotráfico.
Así lo decía el M26 de Junio: “Siempre dijimos que esta lucha, además de proponerse construir Justicia para nuestros pibes, tiene la voluntad de marcar un punto de inflexión en referencia al abrumador contexto de muertes jóvenes e impunidad que reina por estos suelos. Así lo hicimos desde un comienzo, denunciando sin tapujos la obscena connivencia de la corporación policial con el entramado del universo narco, al mismo tiempo que nos esforzamos en combatir el interesado estigma que pretende montarse sobre nuestros barrios, paisajes selectivamente determinados para el arribo de topadoras y, por sobre todo, escenificación del cinismo de quienes no tienen la capacidad ni la voluntad política de accionar en el nudo estructural de la problemática.”
Jere, Mono y Patom eran pibes que buscaban otro camino: peleaban por los proyectos y los sueños que los convocaban a sumarse a un espacio de militancia en su barrio. “Ellos son hoy el testimonio vivo de la dignidad”, dicen sus amigos y sus familiares. El Patom tenía 21 años y siempre estuvo interesado en política. Militaba desde pibito y según cuentan, era un gran jugador de fútbol. Su sueño era armar un grupo de cumbia del barrio. El Jere tenía apenas 16 años, y siempre “fue el más rebelde de todos los hermanos”, según cuenta su papá, el pastor Eduardo Trasante. Era alegre, divertido y disfrutaba mucho de sus amistades. Claudio el Mono Suarez tenía 19 años, amaba las milanesas caseras y estaba encargado de la seguridad del Movimiento. Soñaba con ser papá algún día.
A los tres, la militancia los sembró en su barrio y más allá también, cruzando boulevares y avenidas. La causa del Triple crimen marcó un quiebre, doloroso y necesario al mismo tiempo. Visibilizó lo que ocurría en el territorio: la disputa de las bandas narcos, la lucha desigual de quienes apuestan a generar proyectos colectivos, de inclusión y solidaridad y, como dice Carlos Del Frade, la presencia corrupta del Estado a través de sus corruptas fuerzas de seguridad. Pero también, dio cuenta de aquello que no se habla: del gran flujo de dinero fresco que produce el narcotráfico y que encuentra no ya en la periferia sino en pleno centro rosarino, su máxima expresión. La ruta del dinero ilegal, que debe ser buscada en las zonas más caras de Rosario, tiene como consecuencia más dolorosa el saldo creciente de muertes jóvenes. En 2010, en Rosario hubo 125 muertes violentas. En tres años, la cifra se duplicó: el 2013 terminó con 264 muertes violentas, en su gran mayoría, de pibes jóvenes y de barrios populares.
Frente a esto, no doblegarse fue la insistente y repetida consigna de todos y cada uno de los militantes del M26 junio. Es que no podían. “Flaquear era indamisible”. “Soportamos el dolor porque pudimos transformarlo en lucha consciente, decidida e incansable”, dice Jéssica Venturi, una de las abogadas de la causa (junto a Norberto Olivares) quien además, señala la complicidad policial en el encubrimiento del triple crimen: “Ni el magistrado ni el fiscal se apersonaron en el lugar, dejando librada la investigación a la cuestionada Seccional 15 a cargo del por entonces comisario Abel Santana, con juridiscción en el lugar, y a otras secciones de la policía de la Unidad Regional II cuyo jefe era Néstor Arismendi. Como suele suceder, la instrucción quedó en manos de personal policial cuyos superiores fueron posteriormente investigados por presunta participación en el entramado narco-policial. Tal es el caso del propio comisario Santana y el comisario Arismendi, que desde 2007 estaba siendo investigado por la Dirección de Asuntos Internos por posible enriquecimiento ilícito”.
Un juicio que excede los Tribunales
El juicio tiene cuatro imputados: Sergio Gustavo el “Quemado” Rodríguez, 44 años; Daniel Alejandro “Teletubi” Delgado, 24; Brian Ismael “Pescadito” Sprio, 26 y Mauricio Ezequiel “Chupín” Palavecino, 25. Todos llegan a juicio con prisión preventiva. Brian “Damiancito” Romero accedió a un juicio abreviado y fue condenado a 8 años. Estaba sospechado de esconder las armas del triple crimen. Cumple su condena en la Alcaidía Mayor de Rosario.
El tribunal está compuesto por los jueces Gustavo Salvador, Ismael Manfrín y José Luis Mascali. El Quemado, Teletubi y Pescadito están acusados de ser “coautores de triple homicidio doblemente agravado por participación de un menor y la utilización de arma de fuego, en concurso real con el delito de portación ilegítima de arma de fuego” (un delito que prevé una pena de hasta 25 años de prisión); mientras que Chupín está acusado de ser “partícipe necesario” (también hasta 25 años de prisión). Según la investigación, los tres primeros fueron quienes dispararon aquella madrugada de enero mientras Chupín los esperaba al volante de una Kangoo blanca para garantizar la huida.
El proceso llevará 15 días, previendo audiencias a desarrollarse por la mañana y la tarde, de 9 a 12 y de 16 hasta que el tribunal lo disponga en función de los recursos probatorios. «Esta causa es una de las más grandes que actualmente existen en la provincia. Tiene 24 cuerpos, de 500 fojas cada uno. Hay más de 500 escuchas en CD, 340 escuchas en intervenciones telefónicas en casette que fueron trabajadas y procesadas por todo mi equipo», señaló en conferencia de prensa, la fiscal de la investigación, la Dra. Nora Marull a cargo de la fiscalía N° 5. Su frase fue contundente: “creo que hoy, estoy en condiciones de decir que vamos a llegar a buen puerto. Confío en los jueces y en la capacidad que vamos a tener nosotros para mostrar todos los recursos probatorios que tenemos»
Será Justicia
A horas del comienzo del juicio, Trasante es enérgico. En Dios encuentra la fortaleza para salir a la calle y enfrentar la vida, como él dice.
-Pudimos atrapar el espíritu de ellos para levantarnos cada día y comenzar a caminar la calle. Nuestra primer caminata fue para reivindicar el testimonio de nuestros hijos, para decir que nunca fueron soldaditos de nadie, ni barras bravas de ningún club como dijeron en su momento el gobierno y la policía. Y el testimonio fue escuchado. Jere, Mono y Patom de alguna manera han sido el puntapié inicial para que muchos puedan levantarse, para hacer oir su voz., para golpear las puertas. Y fue de esta forma, a través del diálogo o de una suerte de violencia verbal como pudimos llamar la atención de aquellos que no respondieron de entrada a nuestros pedidos. El triple crimen no termina con el dictado de este triunvirato de jueces que determinaran sentencia, sino que es el primero de los juicios que seguirán a muchos otros. Juicios a los cuales tendrán que responder los implicados de la muerte de nuestros hijos, pero también los corruptos policías que estuvieron detrás de esta situación y autoridades que saben quiénes son, de señores empresario que saben cuáles son sus negocios. A Dios no se les escapa nada ni nadie. Lo que viene será como un efecto dominó y caerá uno y otro, hasta que la realidad sea transformada.-
Además del juicio oral y público donde se condenará a los autores materiales del triple crimen, tres policías se encuentran procesados por encubrimiento policial y la investigación cursa la etapa de un proceso judicial escrito.
Los familiares de Jere, Mono y Patom, esperan una condena ejemplar. Hay suficientes pruebas en los más de 22 cuerpos del expediente para que esto ocurra, según afirman.
En la calle estará la militancia, una vez más, aguardando la sentencia de ese día en que los ojos de los pibes de Moreno nos miraran desde cualquier lugar, en cualquier parte, con la sonrisa que nos muestran sus fotos y recuerdan su familia y amigos.
Ese día se hará justicia, por ellos, por todos y «porque no queremos enterrar nunca más a nadie.»
Fuentes: Diario del Juicio / Informe Especial Infojus Noticias / Revista del Frente Dario Santillan «Será Justicia» / Notas en Enredando