Ni un pibe menos
Este Miércoles 5 de noviembre desde las 17 hs. organizaciones sociales, políticas, gremiales y de derechos humanos marcharan con la familia de Franco Casco para reclamar justicia. La movilización partirá de Tribunales provinciales, y caminará hasta la sede de Gobernación.
Por María Cruz Ciarniello
El viernes pasado la noticia demolió la esperanza aún latente de encontrar a Franco. Un día antes, marchábamos junto a la familia exigiendo su aparición con vida. Nos movilizábamos hasta la Comisaría 7ma donde se lo vió con vida por última vez y donde fue detenido de manera ilegal. La misma comisaría que 10 años atrás denunciaba la militante y dirigente de AMMAR Rosario, Sandra Cabrera por complicidad en la explotación sexual de menores en la zona de la Terminal de Ómnibus. Sandra apareció tiempo después con un disparo en la nunca y su caso aún sigue impune.
La misma sensación, aún viva de impotencia y tristeza, vivimos cuando la noticia sacudió la tarde del último 17 de octubre. Esa vez, los medios informaban que el cuerpo enterrado como NN en el cementerio de la Chacarita era el de Luciano Arruga.
La diferencia fue el tiempo de la búsqueda. Como si ese tiempo, en definitiva, nos dijera algo. La familia de Arruga lo buscó durante más de 5 años. En ese lapso eterno, fallaron absolutamente todos los mecanismos judiciales para encontrarlo con vida.
A Luciano lo vieron por última vez en el destacamento de Lomas del Mirador. «La versión oficial», ahora, nos quiere hacer creer que su muerte fue consecuencia de un accidente de tránsito. A Luciano, la policía lo obligaba a salir a robar para ellos. Por eso lo torturaron tiempo antes en ese mismo destacamento y por eso también, volvieron por él para hacerlo desaparecer.
Las versiones oficiales nunca jamás revelan lo que realmente sucede: los hechos en carne y hueso tatuando la piel de los cuerpos de los pibes pobres. Los pibes que la policía, la de acá, la de allá, la de todas partes, golpea, maltrata, tortura y desaparece. Hoy, en Córdoba, los familiares y amigos de Nicolás Nadal marchaban para exigir justicia.
Pero la impunidad tiene cómplices: la justicia y los diferentes niveles de gobierno. Tiene silenciadores y encubridores.
¿Qué paso con Franco? Nos preguntamos. La única respuesta, hasta el momento, es la aparición de su cuerpo flotando en el Paraná.
Las irregularidades y las contradicciones en la investigación muestran la cara más impune del accionar policial. Franco fue víctima de la violencia institucional, por más que la versión policial dibuje una escena confusa, con testigos falsos, con falsas declaraciones. El cuerpo de Franco en el río data de al menos 3 semanas. Sin embargo, el Secretario de Control de las Fuerzas de Seguridad, Ignacio Del Vecchio ofició de portavoz de una versión mentirosa; dos personas y un pastor dijeron haberlo visto el pasado domingo, algo perdido, pidiendo ropa.
Nos volvemos a preguntar: ¿Qué dirá hoy el funcionario del gobierno provincial? El silencio oficial abruma.
Franco era albañil y tenía un hijo, Thiago. Franco era un laburante de Florencio Varela, un pibe de barrio. Por su muerte, no claman las voces pidiendo mayor seguridad. No son masivas las movilizaciones ni tampoco abundan las declaraciones de funcionarios ni del sector político solidarizándose o al menos, dando explicaciones.
Solo las organizaciones populares y de derechos humanos acompañan a las familias destrozadas que, como pueden, le hacen frente a la injusticia. Porque ellas saben de las incontables muertes de jóvenes en los barrios, más de 200 en lo que va del año ; de los cuerpos sin vida que aparecen flotando en las aguas, atropellados en supuestos accidentes o, simplemente, gatillados en algún invisible rincón de la ciudad.
Ellos saben lo que es gritar para que pocos escuchen.
El 22 de octubre pasado conocimos a Elsa, en la movilización que se realizó en Ludueña, tras cumplirse un año del asesinato de otro pibe, Gabriel Aguirre. Recordemos: Gabi tenía 13 años y lo mataron luego del clásico entre Newell´s y Central. En ese entonces, el gobernador Bonfatti calificó a su crimen como un hecho menor, destacando el exitoso procedimiento de seguridad.
“La muerte de Gabi no fue un hecho menor”, decían sus amigos destrozados de dolor. Tampoco lo es la muerte de Franco aunque el diario más vendido de la ciudad ni siquiera lo nombre.
“Yo no creo en la policía”, nos decía Elsa, aferrada a la foto de su hijo. Nosotros tampoco.
A Franco no lo buscaron cuando Elsa y su marido, denunciaron su desaparición, antes de que la noticia explotara en los medios de comunicación, como casi siempre sucede. Pareciera que los hechos ocurren solo “cuando son noticia” para los medios masivos. Mentira: los hechos ocurren en las calles, en los barrios, en los márgenes. Allí se dirime la vida y la muerte de los más pobres.
Lo cierto es que Franco estaba desaparecido desde hacía más de 20 días.
Lo cierto es que Franco estuvo detenido por 9 horas en la Comisaría 7ma. Lo cierto es que tenía golpes, que su firma no es reconocible en el libro de actas y que las filmaciones de las cámaras de seguridad –solicitadas mucho tiempo después- ya fueron eliminadas.
Lo cierto es que Franco Casco está muerto y hoy, en este día de mierda y de lluvia, pocos claman por él.
Parece que nada cambia; la maldita Santafesina S.A –como bien rotuló el periodista Carlos Del Frade- sigue operando de la misma manera y con la misma impunidad.
Que la lluvia no nos atragante el llanto ni la bronca. Salgamos tantas veces como sea necesario, a seguir gritando “Ni un pibe y ni una piba menos”.
Otra no nos queda. Nos vemos en la calle; nos vemos en la marcha.