La movilización en Córdoba
Nicolás Nadal tenía 16 años, una amplia sonrisa, personalidad vívida y extravagante, jugaba al futbol. Era percusionista. El día 28 de febrero de 2013 salió a bailar y luego con unos amigos, casi como si se tratara de un juego se llevaron un taxi. Los policías Has y Quinteros los persiguieron y dispararon a matar. No hubo intercambio de disparos aunque la Policía quiso demostrar lo contrario plantando dos armas a los jóvenes.
Hace ya 5 meses que en un fallo judicial se demostró que las armas fueron plantadas, que no hubo intercambio alguno de disparos y que Nicolás murió de un disparo que ingresó en su espalda, cuando estaba dentro del vehículo. Sin embargo la fiscalía no escatimó recursos e intentó demostrar lo contrario de lo que las pruebas dejaban en claro: Nico fue víctima de gatillo fácil de la maldita policía. Denunciamos a la Fiscal EVE FLORES de dilatar los tiempos al no expedirse en la elevación a juicio por el asesinato de Nicolás.
CONVOCAN: FAMILIARES Y AMIGOS DE NICOLÁS NADAL. Movilización 10.30 hs, Tribunales II. Córdoba
Su historia
Por Lucrecia Fernandez (Fuente: Mucho palo noticias, publicada el 28/02/2014)
Nicolas Nadal, 16 años, joven de amplia sonrisa, personalidad muy vívida y extravagante, jugaba al fútbol, y dicen, era muy bueno y se iba a probar en las inferiores de un club. Era percusionista y tenía facilidad para la música.
El día 28 de febrero de 2013 salió a bailar y luego con unos amigos casi como si se tratara de un juego, se llevaron el vehículo de un taxista.
Una hora mas tarde, en barrio Zumarán, cuando aún continuaban en este vehículo, la policía inició la persecución, sin encender la sirena de alto. Seguido a eso la Policía comenzó a disparar una lluvia de balas de plomo y los jóvenes no respondieron nunca a los disparos. Cualquiera pensaría que la policía les tiraba a los neumáticos para detenerlos, pero no eran esas sus intenciones.
El Fiat Uno presentaba al menos 10 impactos de bala a la altura de los vidrios que manifestaban las intenciones de la fuerza de seguridad. Una vez más tiraron a matar indiscriminadamente y dejaron como saldo una muerte, la de Nicolás, un joven de tan solo 16 años.
Casi diariamente los diarios, los medios televisivos, y las radios, de nuestra ciudad, cuentan y recuentan casos de jóvenes asesinados en enfrentamientos con la policía. Siempre mueren los jóvenes, y las declaraciones de los efectivos policiales involucrados son relatos que ya ni sorprenden por su repetición:“estaban armados, eran peligrosos y dispararon a matar sin cesar”. A eso podemos sumarles los inexplicables casos de ahorcamiento en cárceles y comisarías de jóvenes que no presentan síntomas de depresión, como alegan siempre los oficiales a cargo, pero si manifiestan en sus cuerpos golpes y marcas en que las autopsias confirman en el segmento de horas antes de sus muertes. Inexplicablemente nunca se encuentran los casquillos disparados, o aparecen armas muy acomodadas en las manos del asesinado. Armas que nunca fueron gatilladas o que de haberlo sido, no presentan huellas digitales. Las irregularidades sobran y el nivel de impunidad en los casos de gatillo fácil por parte de la policía crece y sorprende por lo burdo de sus posteriores relatos. Lamentablemente de todos estos casos son pocos en los que las familias de las víctimas se constituyen como partes querellantes. Esto permite al sistema policial y judicial realizar innumerables irregularidades necesarias para que la declaración de los efectivos policiales coincida con la escena montada. A quién le importa, si total ese pibe es un número más. Nadie se preocupará ni se acordará de ellos. Habitamos una sociedad que naturaliza los asesinatos por parte de las fuerzas represivas hacia los jóvenes excluidos del sistema. Jóvenes que una sociedad expulsó en sus márgenes y que son acusados por ser pobres, por usar gorra con visera o por portar un rostro que los masivos medios de comunicación y las fuerzas de seguridad señalan como peligroso.
Por eso es importante preguntarse que hay detrás de esos jóvenes, que historias traen esas luces de vida que se apagan tan temprana y estúpidamente en una sociedad que se horroriza mas al abrir el periódico y leer los escándalos faranduleros, pero que no les parte el corazón saber que murió un joven de solo 16 años por su condición de pobre. Por eso es importante conocer sus historias y luchar por visibilizarlas y que no mueran en un expediente cajoneado lleno de grandes mentiras y escenas armadas por las fuerzas policiales.
Y es que detrás de los números y las estadísticas, hay una familia un entorno que queda partido en miles de pedazos, rodeados de culpas y de ausencias. Hay muchos Nicolas Nadal que tan solo con 16 años, hoy seria tío y quizás, algún día, padre. Hoy estaría en la puerta de su casa pateando la pelota o en su habitación enseñándole a tocar percusión a sus hermanos, o en la cocina abrazando y besando las mejilla de su madre, por eso es que desde hace un año la familia Nadal, Sergio y Roxana sus padres, y sus hijos, que lo extrañan y lo lloran diariamente quieren justicia por Nicolas. En esa lucha entendieron – con la dura experiencia de ver a su hijo asesinado- que aquello que veían en la televisión o en un diario, les estaba pasando a ellos. Comprendieron como funciona este sistema de exclusión y selección, comenzaron a entender las desventajas de ser pobre. Aprendieron a apretar los dientes para soportar y seguir luchando contra una investigación llena de irregularidades, con armas implantadas, casquillos que no aparecen-y otros que aparecen sin explicación-, contradicción en las declaraciones de los policías y los detenidos por el hecho, etc..
La corrupta realidad de la justicia cordobesa y del cuerpo de investigación policial que dice haber resuelto el caso de desaparición de Facundo Rivera Alegre, y que haces meses tiene a toda la cúpula de alto mando detenida por estar implicada en el narcotráfico, y que no puede dar respuestas sobre el secuestro de Yamila Cuello. Una justicia y una policía, que carga en sus espaldas los brutales asesinatos -hechos pasar como suicidios- de Vanesa Castaño y de Jorge Reyna, por nombrar algunos casos solamente. Esa misma policía y justicia corruptas son quienes investigan por el asesinato de Nicolás Nadal.
En la Argentina la policía mata a un joven cada 28 horas. No asesinan a cualquier joven. Sólo a aquellos que representan un peligro para las clases adineradas con capitales por cuidar. Sólo a aquellos que señalan por pobres y por merodear en las esquinas. Asesinan a los jóvenes expulsados del sistema, porque son consideramos por ese mismo perverso sistema, un factor de cambio revolucionario.