Herminia Severini se multiplica en cada una de las flores de una primavera que jamás podrán detener. Éste es el homenaje que elegimos hacer desde enREDando a través de la palabras y el amor de un compañero que ronda en la plaza, junto a las Madres.
La primavera asomaba en la mañana del 19 de septiembre, pero esta vez se anunciaba distinta, porque aparte de los olores y del verde, llegó con el puño apretado, cerrado y bien alto. Habían transcurrido varios días y fueron tantos los jóvenes y viejos convocados al aguante, en la puerta del policlínico, que todo estuvo claro desde el principio. Herminia nunca se fue, nunca se va a ir, mientras aquí quedan tantos corazones encendidos de palabras suyas, de caricias suyas, de la mirada suya, bravía y desafiante.
Jamás podría irse, porque su voz está hecha de muchas voces, y el futuro es un río que arrastra palabras que vienen desde el fondo de los tiempos, para ser escuchadas y pronunciadas, una y otra vez.
Herminia Severini, Madre de la Plaza Rosarina, incansable y rebelde militante de toda una vida, con sus 88 años a cuestas y una voz algo gastada y clara a la vez, hacía temblar a las piedras cada vez que cerraba el puño y gritaba las palabras del Che: -Hasta la victoria, siempre!
En la voz de Herminia las palabras no eran consigna, porque tomaban cuerpo y volaban.
No pasó mucho tiempo desde que miles de rosarinos la escuchamos pronunciar uno de los discursos que quedarán por siempre grabados en la memoria colectiva, y será necesario volver a reproducir para volver a escuchar y dar a conocer a las generaciones que vendrán. Era un mediodía del Primero de Mayo del año 2009, en el acto del Día de los Trabajadores convocado por los casi 150 despedidos de la empresa metalúrgica Mahle. Era un día muy especial, porque Herminia salía de una larga convalecencia y no quiso estar ausente para llevar su voz a los trabajadores, y hablar del papel de las mujeres, que ya no podían ni debían seguir siendo las relegadas de la historia, había que salir a protagonizarla y arder.
Pañuelos
La conocimos a principios de la década del 90. con su pañuelo blanco, cuando marchaba junto a las Madres en la Plaza 25 de Mayo, Allí nos contó sobre su hija Adriana Bianchi, militante montonera, desaparecida desde el 4 de enero de 1977 en la ciudad de Santa Fe, a sus casi 22 años. Después supimos con certeza que Adriana había sido asesinada, en un supuesto enfrentamiento. Herminia nunca pudo sepultar a su hija, ni saber el destino final de su cuerpo. Muchas veces quisieron mentirle, con puntos finales y mortajas, pero Herminia se negó a recibir los restos óseos que no eran de Adriana. Y así andaba, puteando y denunciando, sin dejar de sonreír a la vez, o repartir abrazos donde las fuerzas de los Compañeros parecían aflojar.
El pañuelo blanco de Herminia llevaba dibujada una hormiga, como símbolo de los asesinados en democracia el 19 y 20 de Diciembre del año 2001. De hecho trabajó durante mucho tiempo por conseguir que esos asesinados tengan un lugar colectivo, para que nadie se olvide que «esos muertos son muertos matados, y que fueron matados en democracia». En la madrugada del 30 de mayo del 2006 quisieron intimidarla con volantes diseminados en su barrio de zona oeste, que mentían sobre su historia y difamaban a su hija, Adriana Bianchi. El volante decía que Adriana vive en Cuba, que es una de las que «como otros tantos, se hace pasar por desaparecida». El apoyo popular a Herminia resultó conmovedor, con el barrio entero llevándole su abrazo, lo cual no solo echó por tierra las mentiras, también demostró que nadie puede sostener ese discurso si no es desde las sombras, desde el cobarde anonimato. Las Madres de Plaza 25 de Mayo estuvieron allí, abrazando a Herminia, a pesar de las diferencias políticas que las hicieron recorrer caminos diferentes, y esa, tal vez haya sido la mayor derrota para los asesinos impunes, que nos quieren siempre quietos, silenciosos y divididos.
-Creo -dijo Herminia- que me hicieron esto por los juicios que se están abriendo y porque no quiero bajar los brazos. O quizá porque quiero juicio y castigo para los responsables de las muertes de diciembre de 2001. A nuestros hijos los mataron para que no hablen, pero yo les doy palabra a los muertos, y eso se ve que les duele a muchos.
La historia ésta
En la mayoría de los casos, antes de la desaparición de sus hijos, las Madres no conocían la militancia. Fueron pocas las que vivieron a la política como algo que no les resultara ajeno. En la ciudad de Rosario pudimos conocer los casos de Elena Lucas Belmont, que vivió desde muy joven la lucha como docente cesanteada y tuvo la maravillosa experiencia de formar parte del proyecto educativo de las hermanas Olga y Leticia Cossettini. Elena era poeta y solía decir que asumir la poesía es asumir un riesgo.
Del mismo modo, Nelly Galasso, también bella escritora, nos contó sobre el orgullo y el miedo que le producía a la vez la militancia de su hijo, Ricardo Meneguzzi. En una oportunidad, Ricardo, le explicó las razones que lo llevaban a exponerse, a arriesgar su vida. Nelly, quien compartía esas mismas razones le respondió: «Adelante, entonces, adelante…».
Élida López también nos contó de ese tiempo, y su historia nos lleva a la ciudad de Mar del Plata, en 1976. Adrián Sergio López, su hijo, había aprendido a sentir como propio el dolor ajeno desde que su padre le reprochó un aparente desinterés por las cosas. Fue su mismo padre quien le advirtió, en octubre de 1976, que se cuide, que lo estaban buscando.
En el caso de Herminia Severini, la política era poner el pellejo y pelear cada día, desde muy chiquita, en una familia con 16 hermanos. Hace mucho tiempo nos contó de su lucha junto al gremio de la Sanidad, cuando era enfermera y le tocó ser muchas veces despedida, recorriendo con su bicicleta los piquetes de huelga, allá lejos. por el año 1959, cuando también se afilió al Partido Comunista y le puso palabras certeras a su desprecio por un sistema que convierte a las personas en cifras.
La ronda del tiempo
Herminia fue despedida en la Biblioteca Popular Gastón Gori, hermosa experiencia educativa y resistente del barrio físherton, surgida al calor de las asambleas barriales que nacieron como respuesta a los asesinatos de diciembre de 2001. Herminia participó en forma entusiasta de esa experiencia sostenida que sigue creciendo y alumbrando conciencias. No se trató de un velorio y, en cierto modo, tampoco de una despedida, porque la enorme cantidad de jóvenes que se hicieron presentes despojaron al duelo de su vestido de luto, y las canciones y palabras acompañaron ese tránsito final hacia el misterio.
En medio de una ciudad pintada de indiferencia, donde las calles huelen a miedo y el sentido común instalado como discurso único da cuenta de gatillos y turbas linchadoras, un puñado de mujeres que traspasan la frontera de los 90 años sigue eligiendo salir de sus casas, para encender el fogón del encuentro. Las Madres siguen dando cuerda al universo cada jueves, y una escuela de la zona oeste de Rosario, por decisión de los propios estudiantes, elige no ser más un número y llamarse Madres de Plaza 25 de Mayo.
Y no es casual que Herminia haya partido cuando la llegada de la Primavera estaba a un paso.
Nada es casual, porque en el medio del dolor más profundo las Madres nos enseñaron que cuando se pelea, lo mejor, siempre está por venir.
1 comentario
Muy conmovedor este merecido homenaje a Madre, como las compañeras de Mujeres en Movimiento la llamábamos. Un afectuoso recuerdo para su lucha y sacrificio, y como siempre el saludo revolucionario y pacifista. Querida Madre ¡ HASTA LA VICTORIA SIEMPRE !
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