“Vamos a seguir adelante para que avance la causa”
Nueva movilización pidiendo justicia por la víctima del linchamiento que movilizó a la ciudad y despertó en ella posturas enfrentadas. El estancamiento de la causa, la complicidad del silencio, el rol de la sociedad y la aceptación de la violencia como respuesta.
Por Martín Stoianovich
Hace exactamente sesenta días, en Rosario agobiaba el calor y la humedad de los últimos días del verano. La tarde en el barrio Azcuénaga de la ciudad pasaba en pocas horas a ser el blanco de las cámaras y los flashes mediáticos incluso a nivel nacional. Cerca de cincuenta personas habían atacado a golpes a un chico de 18 años que presuntamente había sido cómplice de un robo de cartera. Se hablaba de linchamiento y justicia por mano propia, a la vez que se despertaba en la opinión pública una faceta tan escondida como peligrosa: la justificación del hecho y el deseo de replicarlo.
Dos días después, el muchacho, David Moreira de barrio Empalme Graneros, moriría al no poder dar batalla a las duras consecuencias que el ataque había dejado en su cuerpo. La cantidad de patadas recibidas en la cabeza fueron suficientes para provocarle pérdida de masa encefálica y lesiones irreversibles. Algunos hechos similares se conocieron en los días siguientes, hasta que las aguas parecieron calmarse, o alejarse a otros sectores. Pocos días después una movilización de familiares, amigos y organizaciones que se solidarizaban con la causa, reclamarían la pronta acción de la justicia, para identificar e imputar a los culpables del asesinato del chico.
Mañana gris del jueves 22 de mayo y como cumplimiento de los primeros dos meses del hecho, vuelve a realizarse una movilización por el caso. Desde plaza San Martín hasta Tribunales Provinciales. Nuevas pancartas, más carteles, una bandera grande y más personas como así también mayor acompañamiento de organizaciones sociales, políticas y de Derechos Humanos. Mucho más frío esta vez, pero de ninguna manera un impedimento. El motivo de la jornada es el mismo. A dos meses del hecho no hay avances en la causa y todo parece estar igual, sin imputados y sin datos certeros sobre posibles implicados. Lo único que cambió en diferencia de aquella primera marcha, es la presencia de un abogado por parte de la víctima, algo que no podían conseguir por entonces cuando el hecho hervía en la cocina mediática y política. Se trata de Norberto Olivares, el mismo abogado que interviene en la causa del Triple Crimen de Villa Moreno.
“No tenemos un avance concreto, aunque hay líneas de investigación lanzadas. El fiscal me asegura que la causa está en marcha, pero es una apreciación desde una visión subjetiva que puede o no coincidir con la nuestra”, explicó en la movilización Olivares. El fiscal es Florentino Malaponte, y en declaraciones publicadas en la edición del 22 de mayo del diario Rosario12 sostiene que se está intentando encontrar a los agresores. Para esto dicen estar contactándose con las personas que llamaron al 911 el día del hecho. Así también se está analizando la posibilidad de acusar como encubridores a testigos que dieron testimonios sospechosos. Respecto al silencio de los vecinos y de los posibles testigos, Olivares explica que puede deberse a varias razones. “Una parte está pensando que David tuvo su merecido, porque existe esta conciencia social que pareciera que no tiene valor la vida humana. También hay miedo, que muchas veces impide que uno tome valor y diga lo que sabe. O puede tratarse de un grado total de indiferencia, y me resulta patético que de treinta o cuarenta testigo nadie tenga un dato de cierta identificación”, argumentó el abogado.
A su vez, ya con la movilización arribada a los Tribunales Provinciales, Alicia Bernal, referente de la Comisión Antirrepresiva por los Derechos Humanos, habló de planificación en el hecho de barrio Azcuénaga y de una serie de complicidades en torno a los linchamientos. Para Bernal tiene fuerte importancia el rol de los medios de comunicación, que a través de la estigmatización diaria hacia los sectores populares forman la idea en la sociedad de un enfrentamiento entre “vecinos honrados versus peligrosos e irrecuperables delincuentes”. “David Moreira murió a mano de supuestos buenos vecinos y trabajadores cansados de la inseguridad para los cuales la vida vale lo mismo que una cartera. Bestias que valoran la propiedad privada por sobre la vida. Murió por la acción de sujetos que se dicen indefensos pero que con total impunidad y a plena luz del día hacían fila para golpear con furia su cabeza hasta matarlo en nombre de absurdas justificaciones”, sentenció Bernal. Además, la referente de CADH habló de la importancia de la participación de las organizaciones sociales en la causa: “El sostenimiento en la calle es central, no sólo por el acompañamiento a la familia, sino porque las organizaciones tenemos un deber en los llamados linchamientos, en no caer en eufemismos: son asesinatos, ejecuciones sumarias que tienen que ver con una modalidad represiva”.
Y mientras Tribunales se colma de gente que entra y sale, de griteríos y miradas que van y vienen por los pasillos con la misma volatilidad que las miles de causas que se amontonan en los rincones de la impunidad, Lorena, la mamá de David, dice estar firme para concurrir a reclamar cuantas veces sean necesarias. “Nosotros seguimos todos conmocionados y en la lucha, porque queremos que haya justicia, que encuentren a los asesinos de David”, expresó la joven madre que no llega a los cuarenta y carga con el desempleo y varios hijos chicos por criar.
Sus esperanzas se refugian ahora en el acompañamiento de las organizaciones, que ha incrementado con el paso de los días. “Mucha gente nos apoya en la lucha, vamos a seguir adelante para que avance la causa pero también para dejar un mensaje. No tiene que haber otro David en el futuro, porque nadie tiene que tener la vida de otra persona en sus manos”, reflexionó finalmente Lorena.
Por muchos David más
Su madre, entre el dolor y la angustia que aún persiste, afirmó que no debe haber otro David en el futuro. Lo dice por su final, por la muerte que le tocó y por la injusticia que ello comprende. Pero extendiendo esta reflexión un poco más puede deducirse que sí hacen falta más David. Más jóvenes como lo describieron a él hace un tiempo sus familiares: amoroso, compañero, amigo y trabajador con su corta edad. Definitivamente, lo que no tiene que haber más es un vecino linchador, ni todas las problemáticas sociales que aparecen como causa y consecuencia de este fenómeno.
Luego del asesinato de David, la causa judicial no ha avanzado prácticamente nada, como sí lo ha hecho hacia el conservadurismo la opinión pública de ciertos sectores de la sociedad, inclinándose a propuestas individualistas y posicionándose a favor de políticas represivas.
Primero los linchamientos y sus justificaciones, que lógicamente apuntan sobre la inoperancia y la participación directa de las fuerzas policiales provinciales en el delito y narcotráfico, y la siempre presente sensación de inseguridad. A los pocos días de haber tomado sentido público y mediático a nivel nacional el caso de David Moreira, la página de la red social Facebook llamada “Indignados Barrio Azcuénaga” y administrada aparentemente por un vecino, publicó un comunicado en el cual demostraban una vez más la contradicción en la que se encuentran sumergidos. “La realidad es que somos un grupo de vecinos que estamos cansados de la inseguridad, cansados de denunciar y no ser escuchados ni atendidos. Ninguno participó en el hecho del sábado, solamente uno del grupo expresó su sentimiento en este muro”, decía la publicación y luego cerraba: “No estamos de acuerdo con ninguna matanza pero tampoco estamos de acuerdo en seguir desprotegidos”. Sin embargo, días antes el mismo administrador se mofaba de las declaraciones de la madre de David Moreira y plasmaba en letras una evidente conformidad con la tragedia desatada el 22 de marzo pasado. Un apartado se merece la mención de los comentarios en esta página, apoyando los linchamientos y promoviendo todo tipo de agresión, o criticando e insultando a quien haya sido quien filmó con un celular el ataque a David y lo entregó a la justicia, video que aún no puede ser tenido en cuenta como prueba porque la calidad de imagen no permite identificar a los participantes de la golpiza.
Luego de algunos días y pasado el fervor del caso Moreira, comenzó a hacer ruido la presunta llegada masiva de Gendarmería y Prefectura a Rosario. Así, la ciudad se convirtió en el blanco de un megaoperativo militar encabezado por las Fuerzas de Seguridad federales con el consenso del gobierno nacional y provincial. Llegaron a las calles rosarinas el 9 de abril, días después del linchamiento de David con el fin de ocupar el territorio, allanar búnkers y atacar lo que resultan los últimos eslabones de la cadena del negocio del narcotráfico. Aquí renació la voz del vecino conforme con los operativos cada vez más cotidianos sobre los peatones en los barrios de la ciudad. Sin embargo con el paso de los días salieron a la luz algunos testimonios que hablan de abuso de autoridad por parte de los agentes federales, aunque aún no hayan tenido trascendencia en el marco judicial. “Antes le teníamos miedo a los tiroteos en el barrio, ahora le tenemos miedo a los gendarmes”, le confesaba a este periodista una trabajadora del Estado provincial en barrio Tablada.
A pesar de esto, todavía parece estar conforme la sociedad que incluso se anima a poner sobre la mesa el debate de la implantación del Servicio Militar obligatorio. Parte de la sociedad acompaña ciertas medidas represivas que bajan de algunos sectores de los gobiernos y personajes polémicos como Sergio Berni y César Milani, que cargan sobre sus espaldas historiales vinculados a la represión. Deja verse entonces en este escenario una sociedad que inevitablemente cae en la contradicción reclamando justicia y seguridad ante el evidente aumento de hechos delictivos de los últimos años (registrando la ciudad de Rosario, bajo el gobierno socialista, un alarmante índice de asesinatos de pibes jóvenes y pobres) pero que a la vez recae sobre la misma justicia no respetando las leyes que ruegan que se cumplan, y terminan asesinando y condenando a personas, rompiendo con cualquier procedimiento legal. Se presenta un panorama complejo con grandes sectores de la sociedad que apoyan la intervención militar de los barrios, el apremio ilegal a los jóvenes, sin ver el futuro en otro camino, quizás más cercano a las prácticas políticas y sociales que ameritan más de tres décadas de ejercicio democrático.