Por Soledad Arrieta, publicada en Periódico Marcha.org
La justicia neuquina dictó un fallo ejemplar. Condenó a cadena perpetua a un policía por matar a un niño de 14 años y sentó un precedente por el cual a los uniformados tendrá que quedarles claro que ya no es gratis asesinar. Lamentablemente, llegó después de que acribillaran a balazos a uno de los testigos clave en la causa a pocas horas de brindar su declaración.
La sentencia por el juicio contra el oficial policial Claudio Salas, asesino confeso del pequeño Braian Hernández, iba a ser leída el próximo viernes, pero los acontecimientos obligaron a la justicia a adelantarla. Con fundamentos que desacreditaron por completo la hipótesis planteada por la defensa en relación a una supuesta situación de amenaza, fue condenado a cadena perpetua por homicidio doblemente agravado por haber sido en cumplimiento de sus funciones y utilizando el arma reglamentaria. Salas era el único imputado en la causa, ya que no se contemplaron en ella a los responsables políticos ni a los cómplices.
El sábado Gabriel Gutiérrez, de 25 años, fue acribillado en la zona oeste de Neuquén. Le dieron seis balazos en el cuerpo y murió desangrado. Willy era el joven que conducía el auto en el que se trasladaban Braian y el resto de los niños la noche en la que Salas lo fusiló. Lo mataron horas después de que superara su temor a declarar y dijera frente al tribunal que encabezaba la causa que ya había sido víctima de violencia policial, que estaba amenazado y lo que pasó la noche del 19 de diciembre del 2012. Willy fue muy valiente, y eso a las mafias no les agrada. Iba a buscar a sus dos hijos de ocho meses y tres años cuando le dispararon a quemarropa. La ambulancia tardó una hora en llegar.
El crimen de Willy se sumó inmediatamente a la indignación en la calle y la misma tarde de su asesinato una multitud marchó por él. Tampoco tardaron en llegar a los medios de comunicación las versiones de “ajuste de cuentas” por cuestiones personales de boca de funcionarios que a toda costa querían desligar lo sucedido de la policía provincial. De inmediato se le puso nombre a quien emitió los disparos que terminaron con su vida, y sobre ese nombre el hermano de la víctima relató el lunes que “le debía un favor a Salas” y que “andaba con la policía”. Desde el Estado niegan que a Willy lo hayan matado por venganza policial, cuando todo apunta exclusivamente a ello.
Willy también vivía en el oeste neuquino. Como Braian. Como Matías Casas, por cuyo asesinato el juicio comenzará el próximo 16. Los chicos del Oeste parecen valer menos que los del centro para las balas de la policía; la abogada y el abogado que representaron a la querella durante este proceso confían en que esta sentencia sea movilizadora de conciencias.
Durante las audiencias, los abogados defensores del asesino Claudio Salas basaron su estrategia en caracterizaciones estigmatizadoras de la zona de los hechos. Quisieron hacerle creer al tribunal (y a los medios y a la audiencia) que los barrios del oeste son de riesgo, que es normal que los policías se sientan amenazados, que está bien disparar, que es “legítima defensa” aún de algo que jamás ocurrió. El mismo Salas en su declaración atacó directamente en ese punto, refiriéndose a la “jurisdicción de conflicto” y a la “necesidad de policía” que tienen “para que los jóvenes no se maten entre ellos”. Los grandes, fundamentalmente si llevan gorra azul, arma reglamentaria y ventaja sobre las víctimas, para Salas sí pueden matar. El homicida de Braian dijo también que para él siempre hizo lo correcto y no se mostró arrepentido. No solo mintió con la presencia de un arma en el auto y de un fogonazo, sino que tuvo el descaro de decir que intentó reanimar al niño de 14 años que acababa de fusilar.
“Hoy se demostró que lo que denunciamos es real. La policía en los barrios mata y tortura a los pibes”, dijo Elyzabeth Hernández, madre de Braian, tras conocerse la sentencia: “hoy esta Cámara dijo que Salas mató porque tenía ganas de matar, como hacen todos los policías”. También expresó que “la condena nunca alcanza, pero la condena social es lo más importante” y agregó que “ahora tenemos que buscar justicia por Willy”. La mujer exigió “que ningún policía nunca más vuelva a reprimir ni a matar a ningún chico del oeste neuquino, de ninguna parte de la provincia ni del país”. Ely aseguró que su hijo está descansando, pero que el descanso recién será completo “cuando se termine la corrupción en la policía”.
Se terminó el juicio por Braian Hernández con un fallo perfecto en relación al único imputado, ya que incluso se investigará por falso testimonio a la y el policías encubridores de Claudio Salas. Sin embargo, en el camino y para ello, a Willy Gutierrez le destrozaron a tiros la valentía. A nadie le cabe duda de que a él también lo mató el Estado, lo mató la mafia de las comisarías, pero también lo mató en gran medida la indiferencia social, la misma que consume el temor a las gorras del oeste que venden en tentadoras ofertas los gobiernos y los medios corporativos de comunicación funcionales a los modelos de la desigualdad.