Bienes culturales y derechos de autor
El segundo encuentro del Proyecto #Mediomundo abordó la relación entre bienes culturales y derechos de autor. Participaron del hanguout Francisco Vera, de Derechos Digitales de Chile y Beatriz Busaniche de Fundación Vía Libre, de Argentina, quienes analizaron las actuales contradicciones entre contextos tecnológicos que promueven la circulación y difusión de contenidos y marcos legislativos restrictivos que pretenden controlar estos intercambios.
Recordamos que #Mediomundo es un espacio virtual para debatir sobre “Cultura Digital, Cultura en Red” en distintos soportes multimedia con el aporte de especialistas y referentes de experiencias innovadoras en tecnologías digitales de Iberoamérica. Esta propuesta de la revista Los Anillos de Saturno consiste en una serie de debates en red, llamados hangouts, que se realizan a través de you tube, y son moderados desde el Parque España de Rosario.
El segundo encuentro enfocó en el tema de los bienes culturales y los derechos de los autores de estos bienes. Participaron Francisco Vera, abogado e integrante de la organización chilena Derechos Digitales y de la organizacion internacional Access y Beatriz Busaniche, licenciada en Comunicación Social, especializada en propiedad intelectual, integrante de la Fundación Vía Libre y de Creative Commons Argentina.
Vera inició historizando los conceptos de propiedad intelectual y de derecho de autor. “La generación de conocimiento existió antes que el derecho de autor y que la propiedad de intelectual. Antes la gente hacía arte, ciencia y cultura. El derecho de autor se crea por la necesidad de ayudar a sostener esa producción, brindar una herramienta más de sobrevivencia a los artistas, para sostener una imprenta, por ejemplo. Con internet resulta anacrónico pensar los derechos de autor como se los pensaba hace 20 o 30 años. Hoy día la idea de que los derechos de autor son todo lo que puede necesitar un artista para crear es bastante falaz”.
Para Vera esta idea implica un desconocimiento acerca del funcionamiento de la cultura. “Ya nadie crea desde cero, desde una tabula rasa. La cultura digital ha permitido formas de creación que mucho descansan en creaciones anteriores. La visión actual de los derechos de autor es muy absolutista y absurda para este momento en que millones de personas quieren interactuar con el conocimiento, crear nuevos conocimientos, compartirlos, difundirlos. Es absurdo pensar que todo debe pasar por una persona, para que el autor no pierda control sobre la difusión de su obra. La creación cultural es más compleja que pensar que alguien un día se levantó con una idea y la plasmó”.
Busaniche sumó otro punto: “la traslación de los elementos propios de la cultura, que son sociales y nos constituyen como colectivo, al campo de la economía. La propiedad intelectual ha servido como mecanismo para constituir en escasos a estos elementos que por su naturaleza no lo son: las expresiones, las matemáticas, cualquier construcción cultural, mediada por sistemas de reglamentaciones jurídicas, es metida en el campo de la economía”. Así, el bien cultural convertido en bien económico es pasible de ser apropiado en forma privada, siguiendo una modalidad propio del sistema capitalista. “El derecho de autor es un elemento propio de la modernidad, que se riñe con un montón de debates filosóficos sobre qué es un autor” continuó Busaniche. “Una vez sucedido esto, la cultura se convierte en commoditie, en mercancía, y eso nos lleva hoy, después de un proceso de años que van desde el siglo 19 al 20, a un momento en el cual la propiedad intelectual aparece como un régimen jurídico inapelable, como si esa fuera la lógica per se para la creación, definiendo la relación de la obra con el artista como estatutaria” denuncia Busaniche, poniendo en cuestión los derechos fundantes del derecho de autor en este contexto histórico. “Estos derechos fueron fundados con un objetivo social, tendiente al bien público, no como un derecho natural, o entendido como un derecho humano” subrayó.
Consultado por el contexto jurídico actual, Vera destacó la importancia del rol de los intermediarios, que son quienes tienen la infraestructura de telecomunicaciones para la circulación de los bienes culturales. El estatuto de los intermediarios es un tema que se está debatiendo en varios países como Argentina y Brasil. “El problema es que legislación que se está importando desde Estados Unidos hace responsables a los intermediarios. Con la simple notificación de una carta se los obliga a bajar contenidos y esto se usa no sólo para proteger derechos de autor, sino para cualquier otra competencia, partiendo de la base de que lo importante es la propiedad intelectual y no la circulación del conocimiento”.
Existen dos tendencias a nivel mundial en cuanto a regulación de la propiedad intelectual: el derecho continental europeo, que es más restrictivo, y que asimila la propiedad intelectual a la propiedad de bienes tangibles, y el derecho anglosajón, que suma conceptos como el de fair use, o uso justo. “En América Latina se ha adoptado el sistema de derechos continental europeo. Entonces conceptos como el fair use son de difícil aplicación. Argentina está segunda entre las más restrictivas de la región. De hecho nuestra constitución incorpora a la propiedad intelectual en derechos y garantías de la propiedad privada. Lo mismo hace la constitución venezolana”, explicó Busaniche.
Otra problema regional son las entidades de gestión colectiva. “En Argentina SADAIC tiene un carácter monopólico en la administración de todo el repertorio, incluyendo el dominio público, que es el ámbito donde regresan las obras cuando prescriben los derechos de autor. En Argentina esto ocurre después de 70 años de muerte del autor. En casi todos los países es de libre acceso, esto es que la obra puedo traducirla, publicarla, hacer una puesta. Aquí el dominio público es pagante, que implica que aunque estén prescriptos, se los sigue cobrando y eso va al Fondo Nacional de las Artes, que lo usa para fomentar nuevas creaciones culturales. Para el usuario es lo mismo porque sigue pagando” destacó Busaniche.
Contradicciones de la época
¿Qué pasa con la circulación de bienes culturales en internet, en este marco de legislaciones muy restrictivas y muchas posibilidades tecnológicas para dar circulación a los contenidos?
¿Cómo se podría resolver? “Creative Commons ofrece una solución a esas barreras que no son generadas por las tecnologías ni por la gente, sino por las leyes que tienen una concepción sumamente mercantilizada de los derechos de autor” señaló Vera, quien además mencionó que estas leyes están bastante uniformadas por convenios internacionales y se están creando nuevos estándares que crean nuevas protecciones. “Lo más importantes es que los creadores entiendan que la solución es cómo ellos entienden su libertad de poder compartir de una forma no entendida por la ley. Cuando uno crea una obra, ésta está protegida por los derechos de autor. El creador puede con creative commons compartir y controlar esos usos y permitir usos que en principio la ley no permite”.
Bienes culturales y derechos de autor
A la vez es preciso distinguir lo que implica el reconocimiento de la autoría y la paga por el trabajo. “Hoy día el 1% de los autores se lleva el 99% de los ingresos. Hablar de reconocimiento, del nombre, no siempre es sinónimo de plata. Muchos artistas defienden el sistema y no perciben ni un mango o perciben sumas marginales” mencionó Busaniche. “Hay que apuntar a que los artistas tomen conciencia de su rol en este tema, cómo ellos pueden hacer uso de herramientas que cuestionan la ley con la que estamos muy insatisfechos, y a la vez dar mayores libertades a sus audiencias y darse mayor libertad en cómo se entiende y se difunde su trabajo en internet”. Para Busaniche las licencias Creative Commons ayudan a resolver un problema público. “Mientras tanto se debe trabajar desde estrategias particulares”.
Ambos expositores coincidieron en que la mayoría de los países armoniza sus legislaciones en torno a la Convención de Berna y a los tratados de la Organización Mundial del Comercio. “En ese sentido estas licencias consideran a las leyes nacionales y ofrecen un ejercicio perfectamente legal y legítimo del sistema de licencias. En el caso de la Ley argentina, el artículo 2 dice que el autor puede disponer de la obra como él quiera. “No hay discusión en relación a la validez de la licencia. Sí hay discusión sobre hasta qué punto el autor puede salirse de la gestión colectiva” retoma Busaniche. “Ellos dicen que la licencia atenta contra la defensa del autor que hace la gestión colectiva y no están dispuestos a resignar su carácter monopólico. Las licencias están hechas para funcionar sobre el sistema de ley vigente. La tensión más fuerte que se ve es en la relación con las entidades de gestión colectiva que representan a los autores y los desapropian de sus derechos de disponer de la obra”.
Para cerrar Daro Ceballos, desde la coordinación del hangout, los invitó a pensar los pasos claves a dar para resolver la circulación de los bienes culturales. Francisco señaló que a nivel internacional ve más amenazas que oportunidades. “Se aprobaron decenas de tratados de derecho autor y solo uno para dar acceso a discapacitados visuales. Chile y otros países de la cuenca Asia Pacífico formaron el Transpacific Partnership Agreement (TPP) que vuelve a subir estándares de propiedad intelectual favoreciendo la industria del entretenimiento. Hay algunas libertades que los países tienen. El interés público predomina incluso en abstracto al uso privado. Hablamos de usos educacionales de copias privadas, para uso judicial, legislativo. Hay un camino por avanzar. También está el tema de las obras producidas por el estado y por las universidades, cómo se conciben estas instituciones para entender cómo entendemos la cultura y los bienes públicos financiados por fondos públicos. Son puntos claves que no tienen la dificultad de la lógica del artista, pero la discusión que permita favorecer el acceso de la gente a las obras se encuentra trabada”.
Para Busaniche, ”a nivel internacional hay que hacer el control de daños, como se viene haciendo, con coaliciones contra SOPA y PIPA, por ejemplo. Soy más optimista que Pancho. Estamos en la instancias de reacción frente al ataque. Sí veo difícil la situación en Argentina”. mencionó Beatriz en relación al actual tratamiento de la reforma de la ley de propiedad intelectual. “No tuvimos una reacción muy favorable en el Congreso. Creo que además de la política de control de daños, hay que pasar a la acción con respuestas propositivas rápidamente. Y en eso se puede trabajar en el plano nacional e internacional porque el plano nacional está limitado por los acuerdos internacionales firmados con cada país. Tenemos que armar urgente una Coalición para que los derechos humanos tengan el mismo peso que los derechos de comercio. Y aquí hay un punto clave” subrayó. Si un país incumple con la agenda de la OMC tiene medidas de castigo porque la agenda de comercio tiene mecanismos de observancia: las corporaciones pueden ir al CIADI y castigar a un país que incumpla las reglas de estos organismos. Cuando vamos a hacer observables y defender el cumplimiento de derechos humanos, tenemos que pasar por toda la estructura del poder judicial del país, y sólo en casos muy extraños, llegar a un tribunal internacional por el incumplimiento de derechos humanos. Esto hace que la agenda de comercio sea más fuerte y obligatoria para los países, que la agenda de derechos humanos”.
El pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales, consagra como derechos humanos el acceso y la participación de la cultural, por lo tanto son derechos que los ciudadanos pueden reclamar a los estados para su cumplimiento. “Estamos muy lejos de entenderlos como derechos y las leyes que restrinjan estos derechos deben ser evaluadas a la luz de los derechos humanos” destacó Busaniche. “Ni siquiera son estos los peores incumplimientos de los derechos humanos. Argentina está llena de derechos humanos incumplidos, derechos de las mujeres, en las cárceles. Pero hay que tomarlos en esta agenda y salir a reivindicarlos propositivamente. A la vez, creo que es necesario llamar la atención de l@s autor@s. Nosotros no somos sus enemigos. La dicotomía de bajada libre y autores es falaz. Porque la cultura debe ser libre porque la cultura que no es libre no es cultura“.