La muestra de la Asociación CHICOS
La Asociación CHICOS realizó, como todos los años, la muestra anual de los talleres que se realizan en el Centro de Día. Este año, tuvo una hermosa particularidad: el taller de las palabras cumplió el viejo sueño de publicar un libro que recopile los escritos de los chicos durante este 2013. Realizado íntegramente por ellos, este libro artesanal es una belleza que conmueve. Además, el cierre nos encontró bailando junto al taller de percusión Tocando Madera. Sueños que vuelan en esta casa donde los derechos de niños, niñas y adolescentes, se defienden con trabajo, arte y una profunda militancia de quienes coordinan cada espacio. Allí estuvo enREDando.
Por María Cruz Ciarniello
“Este año me gustaría aprender mucho. Más de lo que sé” -, escribe María Eva. “Me gustaría que en este taller veamos más películas sobre las Madres de Plaza de Mayo para poder saber más sobre la historia”, dice Agustín. Micaela quiere escribir historias de muchos colores. “Yo espero terminar bien el año y eso que todavía ni empezó”, escribe Joni.
Estas frases pertenecen al libro artesanal del Taller de las palabras que acaba de editar la Asociación CHICOS, con muchísimo esmero. Por ahora, solo pudieron publicar 12. Tenerlo entre nosotros es un lujo que nos damos; cada libro cosido a mano, pintado artesanalmente por lxs chicxs, es fruto de un tremendo esfuerzo colectivo.
Lili Quillay es una de las coordinadoras del taller. Con orgullo, lo presenta y lo regala a quienes colaboraron con la edición y el diseño artesanal. “Es el resultado del trabajo de todo el año”, afirma, felicitando a cada uno de lxs pibxs que eligieron quedarse los días miércoles en el Taller de las palabras. Un espacio donde el juego con la escritura es la puerta de acceso para explorar sensaciones, sentimientos, deseos, sueños, inquietudes; estados de ánimo no siempre alegres ni livianos.
El libro se presentó el jueves 14 de noviembre en la muestra anual de todos los talleres que se realizan en el Centro de Día, organización que desde hace 20 años trabaja por la defensa de los derechos de niños, niñas y adolescentes, con especial dedicación a quienes se encuentran en situación de calle.
En sí mismo, el libro es una belleza; no solo porque se transforma, por su edición artesanal, en un libro-objeto, sino sobretodo, por la profundidad de sus textos. En todos ellos, lxs chicxs hablan. Se describen a sí mismos, se autorretratan. Se muestran mirándose a los ojos de sus compañeros. Se reconocen.
Escriben aquello que les gusta o les gustaría hacer. Lo que imaginan si fuesen personajes de película. Dicen cómo son físicamente, qué cosas les gusta de su cuerpo, de su imagen.
Escriben sobre los sueños y el amor, las novias, los amigos, los recuerdos de la infancia.
Se revelan y cuentan cómo son sus estados de ánimo, qué los enoja y qué cosas los alegra. Comidas favoritas, colores preferidos. Lugares donde pasar un buen rato.
Algunos, por ejemplo, quisieran ser Rambo para tener fuerza y defender a la familia. Otros, el personaje de Metegol con pelo de virulana, porque es divertido; o un caballero con armadura de hierro para defender a los habitantes. Quisieran ser boxeadores o nadadores, o el chico malo del cuento.
Unos quisieran caminar por el río, comer pescado o un asado con amigos. Una de las chicas dice que la violencia no le gusta, tampoco los gritos. Qué les hace falta trabajo, que no les gusta la falsedad y los malos amigos, que les gustaría tener una biblioteca llena de libros.
¿Qué los entristece? ¿Qué les hace mal? ¿Qué los alegra y los hace reir?
Leer cada texto es un viaje a ese mundo que ellxs nos invitan a conocer. Autorretratos vivos que en primera persona, nos cuentan cómo son lxs chicxs que muchas veces vemos deambular en las calles o dormir en las plazas. A quienes conocemos viviendo en la intemperie, o soñando con el vuelo de los pájaros.
“Cada uno de los escritos que van a leer fueron producidos en diferentes circunstancias, a partir de distintas estrategias en soledad y también colectivamente. Aquí encontrarán acrósticos, nuevos dichos y refranes, fotos hechas palabras, cadáveres redivivos, y muchas propuestas más. Todas demandaron de sus autores esfuerzo y paciencia, la decisión de dejar de hacer algo distinto y el tiempo necesario para permitirse ese proceso, tan personal pero a la vez tan con otros. Esa elección, esa inversión, devino libro”, dicen sus coordinadoras.
Exquisitos cadáveres de palabras amontonadas, transformadas en disparatadas ideas colectivas. Los acrósticos nos invitan a repensarnos en el juego. En cómo un nombre o cualquier palabra puede derivar en otras que hablen, por ejemplo, del vuelo y la libertad, de la ayuda y las alas, de los zorzales valientes que son ellos, del amor, de otros mundos imaginados, de los susurros regalados.
Este libro “muerde. Grita, patalea, deja huellas, hechiza con el poder de sus palabras, reafirma una y otra vez la aventura que ofrece la letra escrita a aquellas que se animan a habitarla y ser habitados por ellos.” Y más adelante, dicen los adultos que comparten el día a día con los pibes: «Esperamos que quienes aún no lo sepan descubran que todas las chicas y todos los chicos con sus trayectos, historias y singularidades, pueden ser productores de cultura», y además, pueden ejercer su derecho a la palabra, al decir, a la expresión. De eso habla este pequeño libro, profundamente conmovedor.
En los ojos de cada coordinador de los talleres se vislumbra esa inexplicable sensación de sentir felicidad al ver cómo los chicos disfrutan de lo que ellos mismos producen, aunque el contexto siempre sea de dificultad. Es que todavía es posible soñar, aunque las injusticias y el dolor que se respira en las calles de Rosario, roben risas y esperanzas. O se lleven vidas de pibes cada vez más jóvenes.
Cada espacio de la casa de Chicos invita a sumergirse en esos mundos habitados de palabras, o de tatuajes pintados en el taller de Tattoo, o en las maderas cinceladas y trabajadas en Carpintería, o en las producciones de Serigrafía o en la obra de teatro cuyo guión nació de los chicos que actuaron impecablemente. O en esas tantísimas grullas de colores que cuelgan invisiblemente de las paredes y los techos altos de la casa o en ese sonido de percusión que nos remueve el cuerpo entero.
Tocando madera -el taller de percusión de la Asociación Chicos- está integrado por un gran número de pibes que aprenden a tocar diversos instrumentos de percusión. El cierre de la muestra nos encontró bailando con ellos. Sumergidos en ese universo tan diferente a éste; en ese mundo donde el toque del cajón se apodera del cuerpo y el goce se hace presente. Los pibes disfrutan embebidos en esa improvisación de música y ritmos, de sonidos y golpes secos, de vida movilizada.
A pesar del calor del día, respiro aire nuevo. Energía que hace falta cuando la pesadumbre agobia; es inevitable no sentir esa fuerza que nos deja la muestra; que nos llevamos del Centro de Día. Luz, y una ganas terribles de ganarle la pulseada al fatídico destino de la exclusión y la vulneración de derechos. “Estamos orgullosos de este espacio”, dice Marcela Lapenna, coordinadora de la Asociación CHICOS. “Transformar objetos nos permite construir belleza”, explica, cuando se refiere a todo lo que se hizo y se hace en cada uno de los talleres; en todo ese trabajo de arte que siembra rebeldías, que cosecha esperanzas y esa poderosa ilusión de sentir que a pesar de todo, el futuro todavía es nuestro.