Por Leandro y Franco
Leandro y Franco, de 18 y 22 años respectivamente, fueron acusados de un robo. Inmediatamente, sus familias y amigos junto a organizaciones políticas y sociales encabezaron un reclamo en Tribunales Provinciales. Al cabo de siete días, se confirmó la inocencia de ambos.
Por Martín Stoianovich
El humo podía verse desde varias cuadras a la redonda naciendo en calle Balcarce sobre las esquinas de Pellegrini y Montevideo. Trepaba desde el pavimento ya caliente por el sol del mediodía, y en forma de nube negra y espesa se iba esparciendo por el aire. Un operativo policial controlaba el tránsito a cien metros de cada esquina y así las calles permanecían libres de automóviles. Junto al humo negro, que nacía de montones de cubiertas ardiendo, permanecía un grupo de personas que encontraba en esta situación un único mecanismo para hacerse oír. Así fue el panorama en los alrededores de Tribunales Provinciales durante poco menos de una semana.
Militantes de la agrupación CUBa MTR, de la Juventud Revolucionaria Che y de la agrupación estudiantil Tupac principalmente, se encontraron durante varios días acompañando a familiares y amigos de Leandro y Franco, dos jóvenes que habían sido detenidos por un hecho delictivo que para nada los posicionaba firmemente como culpables. Estaban reclamando por su liberación, levantando banderas que pregonaban su inocencia.
Ninguno de los dos chicos contaba con antecedentes, y luego de una rueda de reconocimiento llevada a cabo seis días de la detención, se les otorgó la libertad. Durante varios días permanecieron privados de la libertad en malas condiciones, siendo víctimas directas de un procedimiento policial que deja más que una duda.
Los hechos
Corría la media tarde del miércoles 23 de octubre. La plaza Pringles de Rosario era el punto de encuentro de las organizaciones que se unían en nombre de la Asamblea por los Derechos de la Niñez y la Juventud para reclamar contra la baja de edad de imputabilidad entre otras consignas. Desde Moreno, Tablada, Ludueña, Villa Banana, Bella Vista, y otros barrios de los conocidos tristemente por su dura realidad, y dignamente por sus fuertes trabajos de militancia, llegaban al centro de la ciudad cientos de pibes y pibas en busca de hacer valer los derechos de los más chicos.
Leandro, 18 años recientemente cumplidos y militante de CUBa MTR, esperaba el colectivo junto a otros compañeros en la esquina de Oroño y Doctor Rivas para llegar desde barrio Itatí a plaza Pringles. De un momento al otro apareció Franco, de 22 años y conocido de Leandro, junto a otro joven a bordo de una moto. Frenaron a saludar. Pasó un instante de ese encuentro cuando, también de un momento a otro, el grupo de jóvenes se encontró rodeado de patrulleros. En breve resumen, todo concluyó con los tres chicos detenidos. Más tarde, uno de ellos quedaría liberado y los otros dos continuarían encerrados, acusados de haber cometido a mano armada el robo de una moto. Desde el interior de un patrullero, la supuesta víctima señaló con el dedo a Leandro y Franco como autores del hecho.
Lo interesante es lo construido a partir del relato de los que vieron y vivieron el procedimiento, alejados de las versiones policiales, muchas veces escasas de sentido y fundamentos contundentes. El joven que fue liberado detalla que se encontraban en conversación cuando llegó la policía y los sometió a una revisación para luego detenerlos: “Nos sacaron las cosas, no nos encontraron nada, sólo teníamos la moto con todos los papeles porque es mía”. Luego fueron llevados a la Comisaría 15º. “En ningún momento me pegaron, pero hubo abuso de la autoridad, porque me decían que si me golpeaban nadie me iba a creer porque yo me caí de la moto”, explicaba el joven mientras dejaba ver por debajo de su capucha a su rostro todavía con secuelas del accidente que tuvo semanas atrás.
Un dato fuerte indica que junto a ellos fueron detenidos dos jóvenes más, según distintos testimonios de familiares y amigos de los detenidos, pertenecientes a un búnker de drogas que funciona libremente a metros de donde sucedió el hecho. Estos chicos fueron liberados a las pocas horas.
El relato de uno de los hermanos de Franco explica con total naturaleza este tipo de hechos, asimilándolo como algo frecuente en los últimos tiempos. “A ellos los dejan en cana porque tienen que agarrar a un perejil para hacerle comer el garrón. A los del búnker los largan porque no pueden estar en cana, ellos son los que le llenan el bolsillo a los cobani”, señala el muchacho dejando ver de esta manera una problemática que ya no se visualiza sólo en las grandes investigaciones. La complicidad de la policía con el narcotráfico, al menos en la opinión pública, ya pasa a ser moneda corriente.
Las realidades que comenzaron a asomarse
Mientras Leandro y Franco continuaban detenidos, afuera de Tribunales Provinciales el piquete nunca cesó. Incluso un acampe en la noche del lunes 28 tuvo lugar como manera de demostrar la potencia que tenía el reclamo por la liberación de los chicos. Los bombos dejaban de sonar sólo de a ratos, los cantos decían presentes. Todo iba a seguir igual mientras la justicia verdadera no apareciera.
Los familiares continuaban manifestando la necesidad de mostrar con alma y vida que Leandro y Franco no tenían nada que ver con ningún robo. La tía de Franco se salía de sí con tal de demostrarlo: “Tenemos cámaras de seguridad que comprueban que mi sobrino estaba trabajando en el horario en que lo acusan de haber robado. Los mismos patrones ponen la cara por él”. Franco trabaja desde los 17 años en una distribuidora de alimentos y no tiene ningún tipo de antecedentes que pueda comprometerlo.
La madre de Leandro asegura que un oficial de la policía le dijo que sólo lo llevaban por averiguación de antecedentes. Con evidente angustia, no podía creer que pasado los cinco días su hijo seguía detenido sin ningún motivo. “Me dijeron que lo acusaban de robo con arma y no sabían decirme dónde estaba el arma, tampoco encontraron la moto supuestamente robada”, explicaba la mujer. Leandro tampoco tiene antecedentes. Su único delito parece haber sido esperar el colectivo junto a sus compañeros de militancia para ir a la marcha del centro.
El lunes por el mediodía, otro de los hermanos de Franco, luego de enterarse que los dos chicos iban a continuar detenidos hasta la ronda de reconocimiento, reunió a los presentes en el piquete y dejó en claro su postura y su idea. “En nombre de mi hermano y de Leandro les quiero agradecer por el aguante que están haciendo. El abogado y el secretario del fiscal dicen que los van a dejar para mañana y entonces yo propongo que acampemos todos juntos hasta que los liberen”, expresó el muchacho, dando a entender que no iban a moverse de ahí. Continuaban dispuestos a poner las manos en el fuego por los chicos, mientras el fuego naturalmente seguía creciendo desde las cubiertas.
La liberación y la cuestión de fondo
El martes 29 cerca del mediodía la víctima y un amigo que estaba con él en el momento del robo, llegaron a Tribunales. El abogado de Leandro, Pablo Lo Vuolo, explicó que el fiscal solicitó un reconocimiento, que luego concluyó con resultados negativos. La Justicia dio la orden de libertad y los chicos luego de hacer los procedimientos formales pudieron volver a sus casas.
“No había ningún tipo de prueba en contra, están imputando un robo calificado con un arma que no existe” detalló Lo Vuolo. No se hablaba más, los pibes ya estaban en libertad y, afuera de Tribunales, la alegría inundaba los rostros de todos aquellos que permanecieron durante días firmes en su posición. Las bombas de estruendo daban cuenta de la situación, el piquete se levantaba y los canales de televisión informaban el fin del “caos de tránsito”.
Nicolás, de CUBa MTR pone el ojo más finamente sobre la cuestión y explica: “Nosotros vemos que detrás de esto hay una cama de la policía, como es de costumbre en los barrios. Agarran a los pibes para encubrir otras cosas. Todo viene por el tema del búnker y la policía encubre eso”.
El panorama actual muestra una realidad que afecta directamente a las barriadas populares y muchas veces a sus pibes y pibas. El narcotráfico se afirma como una de las principales herramienta del sistema y sus partidos políticos, encubiertos por las mafias judiciales y policiales. La problemática hace foco en los barrios, pero gesta todos sus tramados y cuenta sus grandes ganancias en los rincones más lujosos de la ciudad. Mientras tanto, la víctima directa es la juventud. A veces víctimas de la destrucción del consumo de la propia droga, otras veces víctimas de las balas disparadas por el negocio, y otras tantas, víctimas de la corrupción policial.
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