El gran poeta y escritor Fabricio Simeoni falleció en la tarde del lunes 14 de octubre. Su poesía nos alumbra y nos conmueve. Pero un poeta nunca parte, se multiplica.
Durante años, Fabricio realizó un taller de poesía dentro del Irar y en ese indecible lugar nos ayudó a encontrar luz. En el más maravilloso decir poético, Fabricio nos deja su huella, profunda, sensible, imborrable.
Compartimos la nota que en el año 2010, enREDando le realizó a Fabricio Simeoni en su espacio taller dentro del Instituto de Rehabilitación del Adolescente.
Gracias por tanto.
Necesaria poesía
«Lejanía necesaria» es el primer libro de poesía que publica Marta Díaz. Detenida desde hace 11 años en la Unidad Nº 5 de Rosario, Marta inscribe en la poesía una huella necesaria para hacer más cercanos otros posibles caminos. El jueves 13 realizó la presentación en la Biblioteca Gastón Gori y días atrás, en el Irar, junto a pibes que concurren al taller literario coordinado por Fabricio Simeoni. enREDando ingresó al Instituto de Rehabilitación del Adolescente y participó de un cálido encuentro en un lugar donde parece que nada tiene sentido.
Por María Cruz Ciarniello
Lo mas cercano es innecesario.
(Fabricio Simeoni. Fragmento de la contratapa «Lejanía necesaria»)
En el interior de la cárcel, una mujer no pierde la voluntad de patear el tablero de lo establecido, y entonces escribe. Se anima y desafía al destino que le impone la Justicia. Se deja llevar, transfiere sus deseos y en una hoja en blanco, le imprime tinta a un poema.
No la atan los miedos, ni la angustia. Mucho menos la cárcel. Ella es libre.
Afuera de ese perímetro gris, tiene 5 hijos que sueña con volver a ver. Afuera de la prisión, también tiene amigos y compañeros. Y sobretodo, un espacio propio donde despliega sus plumas para vencer el derrotero del encierro.
La Biblioteca Popular Gastón Gori, dice, es su casa. Su hogar, el lugar donde Marta Díaz, detenida desde hace 11 años en la cárcel de mujeres de Rosario, encuentra cada sábado un taller de palabras. Ella es una de “los lanzallamas”, el espacio literario que coordina el cálido poeta y escritor Fabricio Simeoni.
Hace unos días, Marta, invitada por Fabricio, participó del taller que él también realiza en el Instituto de Rehabilitación para Adolescentes, el Irar. Allí se acerco enREDando, para compartir esta necesaria cercanía entre la poesía y el ser humano. Ingresamos a este lugar que, a pesar de su nombre formal, no deja de ser literalmente una cárcel para menores.
El ingreso, como todo espacio de encierro, guarda celosa la vigilancia de los guardias, la identificación con el documento de identidad y el ruido implacable de portones y rejas oxidadas que marcan una línea recta hacia la mismísima oscuridad. El predio del Irar, ubicado en calle Saavedra y Cullén, es amplio pero al adentrarse en sus pasillos, hace falta más aire. Allí dentro, todo huele a injusticia.
Después de atravesar diferentes puertas y garitas, llegamos hasta el aula donde se realiza el taller que dicta Fabricio Simeoni. El salón es grande y solamente unas ventanas, sobre lo alto, iluminan la escena.
Esta escena nos conmueve. Aproximadamente entre 6 y 7 chicos, presos en el Irar, escuchan los poemas de Marta, en los que se filtra una innegable cuota de rebeldía y de esperanzas. A pesar de todo, se puede, les dice Marta a los chicos, mirándolos a los ojos, impulsándolos a traspasar la muralla, a través de esas ventanas por donde se cuela la luz.
Así aprendió Marta a sobrellevar 11 años de prisión. Ella cocina y no piensa en la condena. Trata de pasar el tiempo olvidando esos muros que la contienen. Y escribe, incesantemente. Lleva escritos más de 400 poemas, algunos de ellos, publicados en éste, su primer libro. Marta participa del taller de la Biblioteca Gastón Gori. Cuenta con el permiso del Servicio Penitenciario para poder salir todos los sábados por la tarde. Y cada vez que lo hace, inevitablemente, respira otro aire.
Compartimos mates y poesía en el Irar. Los pibes se entusiasman, algunos más, otros menos. Pero todos se animan a descubrir otro arte posible. Tato, uno de los chicos, se ilusiona, transcribe los poemas de Marta. Le encanta escribir, nos dice Fabricio. Juan es un rapero nato y lo demuestra frente a todos. Durante más de 5 minutos improvisa un rap que, entre líneas y palabras rápidas, refleja la historia que atraviesan los pibes, con mucha crudeza, dentro del Irar. Por más que la vida allí intente paliarse a través de talleres o de la ayuda de acompañantes juveniles, el Irar es casi un infierno para adolescentes que nunca debieron estar allí, encerrados. “Dentro de dos meses voy a una granja”, es la frase que le escuchamos a decir a casi todos, aliviados por la posibilidad de salir del Instituto.
¿Qué es la escritura en la cárcel?
“Significan muchas cosas. A mí me ocupa la mente y esto le intento decir a los chicos. Yo me olvidó que estoy presa. Yo veo a muchas chicas que se cortan o se drogan y me dan mucha pena. A mí me duele hasta el alma verlos a ellos acá adentro”, cuenta Marta. También dice que la alegra poder compartir su libro con los chicos del Irar. “Me alegra estar acá. Cumplí muchos sueños que nunca pensé que podía cumplir, fui creciendo cada día”.
Marta Díaz, como toda poeta, es una soñadora que apuesta a cambiar la realidad. Dentro de pocos meses, saldrá definitivamente en libertad. Quiere escribir otro libro, con un título un poco más alegre, dice. “A mí cuando me pasan muchas cosas feas es cuando más escribo”. También sueña con llevar su poesía a la cárcel de Coronda. Hace tiempo que no ve a sus hijos. Son ellos la que la impulsan a escribir.
¿Qué es la cárcel para Marta?
«Yo siempre digo que acá aprendí muchas cosas. Quizás suene mal, pero a mí me hizo bien porque aprendí a valorar muchas cosas, a ver quién era mi familia realmente. Yo estuve 10 años sin tener visitas. Pasé muchas cosas y es ahí cuando aprendés. Fue muy duro tener que dejar a mis hijos”.
El nombre del libro “Lejanía necesaria”, tiene una razón. “Es la lejanía que tengo con mis hijos cuando caí presa. Ahí dentro aprendí a valorarme a mí misma y a valorar a las personas. Esa lejanía me hizo ver muchas cosas. Una madre por un hijo hace muchas cosas. Yo estoy por la causa de un hijo mío”.
¿Cómo empezó Marta a escribir poesía?
Ella nos dice que no tiene estudios formales. Pero que un día, adentro de la cárcel, tuvo la necesaria voluntad de acercarse a las palabras. Y así fue. “Empecé a anotar palabras y luego a unirlas. Armaba frases. Tengo 490 poemas. Además de escribir trabajo en moldes del Iapip y en la cantina. Conocí a Fabricio y él me enseño a ver la vida de otra manera. Si él está como está, como puedo quejarme yo de dónde estoy. Yo a Fabricio lo amo con todas las letras. Él me dio las fuerzas para seguir”. Marta Diaz, participó durante dos años consecutivos de la Feriadel Libro en Buenos Aires y también integró, la Antología de talleres literarios convocados por la editorial Dunken.
¿Quién es Fabricio Simeoni?
Fabricio es un reconocido escritor y periodista, sensible y profundamente comprometido con la palabra y el vínculo que ella establece con el mundo y con el otro. enREDando conversó con él, en su taller, dentro del Irar. Ahí nos contó como nace el espacio. “Al Irar vengo como invitado una tarde. Y así empecé. Pero estos talleres (dicta talleres en la cárcel de mujeres y en la Biblioteca Popular Gastón Gori) tienen que ver con un interrogante en mi vida, con preguntarme qué tengo yo para dar a estos chicos que son tan particulares y tan interesantes y tan copados. Alguien con tantas limitaciones como yo, en algún punto, ojalá, pueda transmitirles algo. Utilizar espacios que a veces están herméticamente cerrados.”
Fabricio hace un balance de los 8 meses que lleva en el Irar. “Todo lo que he recibido a nivel afectivo, a nivel cognitivo y a nivel humano en el taller ha sido tan beneficioso para mí. En realidad, sigo con el interrogante si realmente yo y desde mi humilde lugar puedo modificar algo. Pero sí estoy seguro que por más ínfima que sea esa modificación, sirve. Y en primer lugar, esto tiene que ver con poner el cuerpo. Después, viene todo lo intelectual y la escritura. Lo fundamental es compartir y establecer un espacio, un lugar, un vínculo comunicativo con los chicos y brindarse desde todo punto de vista”.
El vínculo es fundamentalmente afectivo. Y se nota. Los pibes lo saludan y reciben como a ese amigo que tanto se necesita. Lo abrazan y sobretodo, lo respetan. “Los chicos salen y todavía mantienen como una especie de búsqueda a partir de lo literario y eso me conmueve, pero aquí dentro, el vínculo fundamental es el afectivo”.
Acostumbrado a transitar los pasillos del encierro, Simeoni señala algunas continuidades comunes entre la cárcel de mujeres y el Irar, y entre ellas, el lugar que ocupa la escritura carcelaria. “Hay muchas cosas en común. La literatura se mezcla con la vida misma. Lo catártico es un elemento fundamental en este tipo de cosas. Uno necesita purgarse e inevitablemente evadirse, en el buen sentido de la palabra. La idea del encierro, de los muros, de las paredes, de las rejas, de la flagelación, de la culpa, son elementos que tienen en común. Y la literatura también es eso, es pérdida y está bueno”.
Allí dentro, es más lo que se recibe que lo que se dá. Y esto, relata Fabricio, lo emociona profundamente. “Voy por la calle, por ejemplo y te encuentra alguien que ya está en libertad y que te diga “Fabricio, te quiero mucho, ayer le escribí una carta a mi vieja”, para mí es fabuloso. O qué vengan un día y que me digan, “Fabricio, le escribí una carta al juez y me dio permiso para salir”, eso es buenísimo.
“No me quiero tumberizar”
Existen códigos y un lenguaje reconocible en la cárcel, en los institutos, en la calle misma. Sin embargo, los pibes le dicen a Fabricio que no se quieren “tumberizar”. “Hay un código interno, como pautas establecidas en el interior que representa todo un síntoma de violencia que tiene que ver con el discurso y el accionar de la instrucción militarizada. Además, los medios de comunicación bajan línea y es difícil lidiar con eso. Entonces, los chicos en algún punto se sienten muy desafectados y eso es lo que corroe, lo que desgasta”.
La poesía, las cartas, la escritura en sí misma, agrieta estas imposibilidades que se imponen como patrones casi intocables. Los pibes se rebelan, como pueden. Y el taller de Fabricio genera ese ida y vuelta, donde todo parece tener otro color., otro sonido. las palabras suenan diferente. En un espacio gris como el Irar, todavía hay lugar para el vuelo de la imaginación. Los poemas de Marta fueron un primer impulso. La idea es continuar, cada miércoles, abriendo las puertas de ese espacio a personas y proyectos que estimulen la capacidad del hacer. Que demuestren qué se puede, como nos dice Marta, minutos antes de despedirse.
Te invitamos a recorrer y disfrutar de la poesía de Fabricio Simeoni,reconocido escritor, poeta y periodista, quien publicó una gran cantidad de libros, poemas y relatos.
(Esta nota se publicó en el año 2010)
3 comentario
No siempre celebramos la vida como él la celebró. Y ahora, precisamente es como una fiesta que se corta abrupta, dolorosamente. ¿Aturde, no?
el vacío tiene otro silencio. Gracias Frabricio por haber estado aqui
Pensé que jamás podría escribir poemas, que para poder hacerlo habría que tener un talento especial, así que hice como muchos: guardé mis poemas en un cajón, lo que llamaría “ mi cementerio de poemas”Decidí dedicarme a otras cosas, pero el remordimiento de “ pude haberlo hecho” siempre estuvo dentro de mi.No pasó mucho tiempo para que tomara la decisión de hacer todo lo mejor posible para aprender a escribir poemas de manera profesional…
http://qbien.besaba.com/como-escribir-poemas/
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