Soberanía tecnológica
Desde hace un tiempo estoy convencido de que el futuro es nuestro por prepotencia de trabajo y de que lo imposible solo tarda un poquito más. Quiero compartirles qué significa Huayra para mí, contarles por qué Huayra es, al mismo tiempo, parte de la década ganada y puente para ganar una segunda década más.
Por Vlad Di Fiore
En los últimos años, algo así como doce para ser más precisos, gran parte de mi militancia ha estado centrada en la difusión del Software y la Cultura libre, en tanto herramientas hacia el conocimiento libre. Si bien había tenido un acercamiento a las tecnologías libres, mis primeros pasos en firme al movimiento del Software Libre comenzaron a notarse en el lejano y paradigmático 2001, año que claramente nos marcó a todos y todas.
En ese momento, y muy en la línea freireana del aprender haciendo, fue que me sumé a la que sería mi primer experiencia como tallerista de Software Libre; para mi suerte y la de los compas del MTD de Solano, la experiencia estaba en el marco del trabajo con movimientos sociales que venía llevando la cooperativa de trabajo La Vaca. Si bien ese taller fue el inicio de una larga sucesión de experiencias de aprendizaje mutuo, vivirlo fue algo que me marcó y me nutrió permitiendo aprender mientras avanzábamos en la tarea de democratizar la palabra.
De esa primer experiencia, en la que aprendimos muchísimo, fue surgiendo un espacio más orgánico, que nos permitió darle forma a los talleres de intervención rápida en organizaciones sociales para trabajar la apropiación de la palabra y la construcción de medios de difusión usando tecnologías libres. Los primeros talleres los realizamos con los compas de La Vaca y luego, casi que desde su fundación, a ese espacio se sumaría Solar – Asociación Civil Software Libre Argentina – para darle más empuje y permitirnos llegar a más organizaciones, armándose un espacio taller llamado liberaxión. Uno de los ejes centrales del espacio taller fue trabajar los conceptos de Conocimiento Libre y la apropiación de las herramientas desde los movimientos sociales. Una de las premisas fundantes de cada taller era garantizar un intercambio; recuerdo que una de las primeras cosas que le decíamos a los participantes era que, de mínima, nosotros queríamos terminar el taller llevándonos una duda nueva.
En el marco de Liberaxión trabajamos junto a muchos movimientos y organizaciones con las cuales fuimos construyendo y aprendiendo mientras caminábamos. De esos años recuerdo haber trabajado con el movimiento de Fábricas recuperadas, con el de Empresas recuperadas, las compañeras de Ammar capital, el colectivo Situaciones, la Universidad trashumante, la fundación Alfonso Farias, el espacio de investigación Chela, grupos de apoyo a los Zapatistas, el Nodo Tau, Farco, la Tribu y los pibes de Cromañon, entre muchos.
En 2003 conozco a Hypatia, un espacio desde donde aprendí y pude sumarme a acciones colectivas globales en pos del conocimiento libre. Accedí a variadas experiencias que se realizaban en el hermano país de Brasil en pos del software y el conocimiento libre allá por el 2004, época en que por nuestras tierras el Estado recién comenzaba a recuperarse, donde todavía no se había entendido al Software Libre, como sí sucede hoy, como política de Estado.
El 2003 fue el año en que nació Solar, espacio donde muchos compañeros y compañeras nos fuimos formando mientras caminábamos juntos, desde donde aprendimos mucho sobre Software y Cultura Libre y desde donde, a nuestro modo y exprimiendo los escasos recursos que teníamos, fuimos difundiendo esa política, construyendo espacios, militando el cambio.
A medida que se iba avanzando en la construcción de esta década ganada, el Software Libre fue ganando cada vez más espacios en el Estado para, en 2010 y con motivo de la CISL, ser nombrada por vez primera como política de Estado. Fue ese mismo año que gracias al trabajo político realizado desde Solar pude darme uno de los gustos más lindos: sumarme a la construcción de este Estado presente, poner mis saberes al servicio del pueblo trabajando en el Estado, que el Estado me contratase para hacer políticas públicas con base en Software Libre. Este primer paso en pos de avanzar en soberanía e independencia tecnológica desde el Estado fue como miembro del programa de Software Libre del INTI.
Casi finalizando 2011, varios compas nos juntamos para formar Software Libre con Cristina y desde este espacio político nos propusimos llevar las banderas de la soberanía y la independencia tecnológica porque era claro que si el Software Libre iba a avanzar en el Estado, lo iba a hacer de la mano de éste, nuestro gobierno, el gobierno que recuperó un Estado presente con fuerte sentido de lo público. Y así fue: estamos haciendo realidad un sueño colectivo llamado Huayra.
¿Qué significa Huayra? Significa muchas cosas. Si bien lo más simple de ver es que se trata de un sistema operativo libre y de alcance universal (desarrollado desde y para un programa como Conectar Igualdad), a mí me da ganas de contarles un poco más qué significa contar con un proyecto como éste. De arranque, así en el llano, al ser Software Libre, con Huayra garantizamos soberanía e independencia tecnológica y, además, en lugar de gastar en pagar licencias en divisa extranjera invertimos en desarrollo local generando puestos de trabajo e incentivando la creatividad argenta. Por otro lado, Huayra significa que los y las estudiantes de todo el país tienen acceso a herramientas de última generación pudiendo ser actores en la producción de contenidos y desarrollos sin depender de los caprichos de las corporaciones ni de su nivel económico.
Pero hay más: Huayra, en tanto actor y parte del ecosistema del Software Libre, presenta una afinidad única con lo público, ya que en la medida en que permite su total apropiación, el Estado puede disponer de desarrolladores para adaptarlo siguiendo como Norte el interés nacional y el bienestar general, antes que la maximización de ganancias. En esta década, como dijo la Presidenta, “hemos logrado demostrar que se puede ser más eficiente desde lo público, cuando se actúa con patriotismo y con la intención de beneficiar a la mayoría de los argentinos” y, así, evitar “esos errores sobre los que pivotearon las doctrinas que nos trajeron de afuera y nos dijeron que lo público era malo”
Huayra es parte de la década ganada por y para todos y todas, pero también es, para mí, sentir que algo por lo que milité muchos años se hizo realidad. Dejó de ser un sueño, una utopía, para convertirse en una realidad efectiva, en un puente hacia la segunda década ganada. ¿Por qué? Porque este primer gran paso en pos de independizarnos de las corporaciones del software nos abre caminos hacia la apropiación y producción de nuevas tecnologías con gusto y aromas propios, parafraseando al compañero Lula, a cocinar nuestro propio plato de comida en lugar de comer lo que Microsoft y otras corporaciones dicen que es bueno para nosotros.
Por todo esto es que una vez más les digo: lo imposible sólo tardó un poquito más.