El 17 de octubre de 1975, treinta años después de aquella movilización que pidió por la libertad del entonces coronel Juan Perón, en Villa Constitución un grupo de tareas secuestró de su estudio a la abogada Concepción De Grandis.
La profesional, oriunda de Río Negro, había brindado asesoramiento legal a los trabajadores, al mismo tiempo que defendía a los presos sindicales y políticos luego de la represión del 20 de marzo.
La misma represión en la que Carlos Ruescas, un trabajador muy querido y respetado entre sus vecinos y compañeros de Acindar, había sido detenido. Ruescas era pastor de la Iglesia Evangélica. Había acompañado la huelga que siguió a la invasión de marzo del 75; sumándose también a las tareas de solidaridad con los presos y la resistencia fabril y barrial. Aquel compromiso lo había llevado a prisión, como señala el testimonio de Victorio Paulón, «estuvo un mes y medio en Coronda y cuando volvió y organizó una colecta de solidaridad con los presos terminó preso y desaparecido».
Ese día, junto a De Grandis y Ruescas, es secuestrado también Julio Palacios, trabajador portuario. Cuenta el historiador Ernesto Rodríguez: «su gremio fue uno de los que se solidarizaron con el movimiento de protesta surgido como respuesta a la represión desencadenada sobre el pueblo de Villa Constitución».
El domingo 19 de octubre los diarios regionales publicaban la noticia de la identificación «de los cadáveres acribillados encontrados días atrás por personal ferroviario de Monte Flores».
El hallazgo se había concretado en jurisdicción del distrito Villa Amelia, en un paraje semidesértico, «donde las únicas edificaciones son la estación ferroviaria, una escuela, un almacén y algunas viviendas humildes distanciadas entre si».
Los cuerpos, enumera la crónica, pertenecen a «Concepción De Grandis, abogada de 29 años, Carlos Alberto Ruescas, dirigente metalúrgico y pastor evangélico, y Julio Palacios, obrero de Acindar», y presentan numerosos impactos de bala.
De acuerdo a la información suministrada por medios policiales, remarca la noticia, los balazos «serían de pistolas 11.25 y fusil ametralladora», los fusilados estaban «muy próximos unos de otros», y tenían los ojos vendados con cinta adhesiva.
Años después, el camping y paseo ribereño ubicado en el Bajo, donde supo trabajar y al que tantas horas dedicara, lleva el nombre del obrero Julio Palacios.
Casi 38 años después de aquellos gatillazos que terminaron con las vidas de Ruescas, De Grandis y Palacios, en las mismas calles de Villa Constitución, un balazo policial terminó con la vida de David Vivas, de cortos 24 años, y padre de tres pibes.
Recibió un balazo en la nuca, a la altura de la oreja derecha.
David, trabajador de Acindar, es nieto de Julio Palacios.
Aquel obrero portuario que en los comienzos del Estado terrorista cayó asesinado por la Triple A, junto a Ruescas y De Grandis.
Su vida, su muerte, es la síntesis de una región que sigue multiplicando impunidades.