Por Carlos Del Frade, publicada en Agencia Pelota de Trapo
Le dicen el Pollo y distintos medios periodísticos, fuentes judiciales, expedientes e integrantes de las fuerzas policiales lo señalan como un reconocido narcotraficante de la ciudad de Villa Gobernador Gálvez, una de las más habitadas de la provincia de Santa Fe, ubicada al sur de Rosario, separada de la cuna de la bandera por el curioso curso que trazan las aguas del arroyo Saladillo.
Una mujer, Norma Acosta, viuda como consecuencia del asesinato de su marido, el «Japo» Saboldi, luego del incendio intencional de la alcaidía de la jefatura de policía rosarina, lo fotografió entrando y saliendo de la municipalidad de Villa Gobernador Gálvez. La mujer, en tanto, ahora debe enfrentar cargos judiciales y hasta un pedido de prisión de nueve años. Ella está convencida de que el narcotráfico es consecuencia de un arreglo con los distintos poderes políticos.
En el año 2003, una década después, en esa misma ciudad que supo ser ferroviaria y portuaria y donde todavía quedan grandes frigoríficos y enormes cerealeras que casi no pagan impuesto alguno, hubo denuncias que referían que la cocaína llegaba al cementerio local y luego, una ambulancia del hospital, pasaba a buscarla para repartirla en los barrios. El intendente era el mismo que en estos días, Pedro González, un hombre que supo encarnar todas las formas posibles del peronismo.
No es casual este tipo de historias en la ciudad estragada por la desocupación y la pobreza.
El médico llegó al barrio. Había muchas necesidades. Propuso pedir prestado alguna casa para improvisar un dispensario. La gente estaba entusiasmada. Hasta que llegaron ellos. Dos pibes, una sola moto. «Tordo, esto es nuestro. No queremos a los políticos. Acá no. Esto es nuestro, Tordo», le remarcaron los chicos. El funcionario le dijo que no. Que era necesario dar respuestas desde el estado. El muchacho repitió: «Nosotros nos hacemos cargo. Esto es nuestro, ¿entendió tordo?». Las familias, mientras tanto, empezaban a irse. El profesional dijo que no se iría. El pibe, entonces, desenfundó un arma y le apuntó: «Tordo: no queremos políticos acá. Esto es nuestro». El remisero le pidió al galeno que ya era tiempo de partir. Sucedió en Villa Gobernador Gálvez.
Del otro lado del Saladillo, las noticias de los últimos días daban cuenta de la misma perversa lógica.
Decía la página web del diario «La Capital», del miércoles 31 de julio de 2013: «El caso más dramático se produjo en una vivienda precaria que funcionaba como «búnker» o «quiosco » de ventas de drogas en Carrasco y Felipe Moré, en el barrio de Empalme Graneros. David Alfieri, de los Bomberos Voluntarios, manifestó que una dotación llegó hasta allí tras ser alertados de que se estaba incendiando una verdulería. «Se trataba de un principio de incendio en la puerta de lo que resultó ser un búnker de drogas. En el interior estaba encerrado un chico menor de edad que pedía auxilio. Personal de Bomberos y de la policía procedieron a abrir la puerta que estaba reforzada con planchas de acero y retirar al joven. El chico estaba bien, pero tuvieron que suministrarle oxígeno porque había inhalado humo», contó el bombero al programa «El primero de la mañana» de La Ocho.
Mientras tanto, las discusiones de los candidatos a concejales por las fuerzas mayoritarias es por la cantidad de años que están en el recinto o si un ministro asumirá en caso de ser elegido.
Mientras tanto, funcionarios provinciales y nacionales intentan desprestigiar al periodismo de denuncia.
Mientras tanto empresarios y barrabravas intiman a trabajadores de prensa para que dejen de hablar.
Mientras tanto, la hipocresía y la ausencia de autocrítica, son los principales socios del narcotráfico.
Mientras todo esto sucede, miles y miles de pibas y pibes están desesperados y casi en soledad.
Da asco tanta mentira institucionalizada.
El pibe que tenía síntomas de asfixia en el bunker de Carrasco y Felipe Moré y fue salvado por los bomberos voluntarios luego de sacarse de encima los refuerzos de metal que apuntabalaban la puerta, cerrada desde afuera, tiene solamente catorce años.
¿Quién lleva la droga a la zona norte de Rosario?.
¿Quiénes permiten que estos pibes vendan las sustancias?.
¿Quiénes garantizan las zonas liberadas?.
¿Quiénes se hacen cargo de la explotación infantil que suponen esos pibes vendedores rehenes de droga?.
Es necesario preguntar y preguntar hasta que duela, hasta que no nos puedan mirar a los ojos los que deben dar respuestas y no la dan.
www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id…