Luego de la tragedia en Rosario, se abre una vez más el debate sobre los sistemas de control y de prevención. La empresa Litoral Gas se creó, con el voto del diputrucho, tras la privatización de Gas del Estado en el año 1992. A 68 años de la bomba que asoló Hiroshima, a las 9.37 del martes 6 de agosto, en pleno microcentro de Rosario, en Salta al 2100, una fuga de gas generó una explosión que devoró desde abajo un edificio de nueve pisos y dieciocho departamentos, cobrándose la vida de 21 personas.
Litoral Gas, hija directa de la sesión de la cámara de diputados del 20 de mayo de 1992 que aprobó la privatización de Gas del Estado con el tristemente célebre diputrucho, parece ser la principal responsable de lo sucedido, según puede leerse en el artículo 52 de aquella ley 24.076.
Por eso, desde el primer momento y durante varias horas, su gerente de relaciones institucionales quiso imponer el relato sobre la inexistencia de culpabilidad de parte de este consorcio controlado, mayoritariamente, por la francesa Suez –la misma que durante años se hizo cargo del servicio de cloacas y potabilización de aguas en quince ciudades de la provincia de Santa Fe y cuyo contrato fue rescindido– y el grupo de origen nacional aunque hoy supranacional, Techint.
Como suele suceder con los choques de los trenes, también en este caso se intentó reducir la responsabilidad en un gasista circunstancial, tal como generalmente se presentan a los maquinistas de las unidades ferroviarias.
A pesar de tanto dolor desbocado, miles de personas atiborraron los registros de donantes de sangre, rescatistas, bomberos de toda la región sur de la provincia, pibas y pibes que jamás dejaron de acompañar con café, comida y cualquier tipo de atención a los que todavía hoy siguen removiendo escombros tratando de inventar un milagro que vaya más allá de un canario y un gato rescatados con vida debajo de las lozas del edificio que ya no está.
Los primeros en llegar y jugarse literalmente la vida para salvar la de desconocidos fueron trabajadores: taxistas, albañiles, periodistas y los siempre presente ex combatientes de Malvinas.
En esos valores puesto de manifiesto por los sencillos y ninguneados hijos e hijas del pueblo está la certeza de que la vida gambeteará la muerte y que todavía hay posibilidad de una mejor sociedad. Certeza que viene de la mano y el cuerpo de los de abajo, de los que arriesgan todo lo que tienen, su propia vida, en beneficio de los otros sin ninguna mezquindad, a pesar de las impunidades empresariales y políticas que algún día deberán analizarse.
Porque aunque haya similitudes entre las imágenes de la humareda del edificio estragado de Salta al 2100 en Rosario con las nubes que siguieron a la voladura de la AMIA, en este caso allende el Paraná, no hubo atentado terrorista, sino gas acumulado, desidia acumulada como resultados de negocios invictos de los años noventa y ahorros que se hicieron nada menos que en seguridad.
Sucedida la explosión, los gobiernos municipal, provincial y nacional comenzaron a trabajar de manera conjunta para asistir a los sobrevivientes, encontrar lugares de alojamiento para los que perdieron casi todo y buscar a los ausentes, tal como los definió el gobernador Antonio Bonfatti.
Las caras de la intendenta de Rosario, Mónica Fein, como la de la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, apenas arribada de la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, demostraban una sincera y profunda congoja ante las ruinas y, especialmente, escuchando y mirando a los ojos a las víctimas y atendiendo los comentarios de los bomberos y rescatistas que no dejaron de buscar y ayudar en ningún momento.
Como resultado de esa presencia presidencial, a las pocas horas se anunciaron créditos hipotecarios como también un plan de ayuda monetaria para residentes del sector que sufrió los mayores daños edilicios, un total de 204 viviendas afectadas, y otros préstamos blandos para reponer mobiliario o bienes personales.
El gobierno de Santa Fe informó que tomará a su cargo las obras de reconstrucción de inmuebles en la cuadra crítica.
LA CAUSA
El juez correccional de la séptima nominación que entiende en la causa, Juan Carlos Curto, caratuló el hecho como estrago culposo. Ya citó a tres inspectores de Litoral Gas, un plomero y un gasista. También tomó declaración de la administradora del edificio y del portero, al mismo tiempo que secuestró el regulador de gas y la llave de corte para ser peritados. Curto pudo constatar algunos de los dichos del gasista, Carlos García, que resaltó la falta de mantenimiento de la red del edificio y la antigüedad del regulador.
–Cuando abrí el recinto vi que la tapa del regulador estaba floja, le faltaba la palanca. Al accionarla manualmente con una llave de tubo y hacer presión me di cuenta que era una instalación vieja con cero mantenimiento… no era un regulador automático, el que iba a reemplazar era el viejo… –declaró García en los tribunales, según contó el diario La Capital, en su edición del viernes.
Durante las primeras doce horas que siguieron a la explosión, Litoral Gas negó sistemáticamente haber recibido reclamos desde el edificio de Salta 2141.
Sin embargo, el jueves, ante el juez, distintos integrantes de la empresa admitieron que inspeccionaron la torre cuatro días antes de la explosión.
–Litoral Gas es un actor principal de los hechos – dijo el juez Curto, entonces.
El mismo martes, la empresa demoró al menos tres horas en cavar dos fosas para llegar a la tubería y cortar el fluido que alimentaba el fuego, en lugar de contar con llaves maestras por cuadra.
“Si el gasista que trabajó allí dejó abierta la llave de gas hizo que al edificio entrara esa cantidad por una cañería por la que no deberían pasar más de 20 gramos. La explosión se produce por la acumulación en toda la cañería. La pérdida se fue hacia adentro y una chispa pudo causar el estallido”, sostuvo el gasista matriculado Luis Catáneo en diálogo con los medios de comunicación rosarinos.
–Antes se trabajaba con una cuadrícula para cerrar sectores. Son doce cuadras por doce y se utiliza una llave de bloqueo. Esto es algo que se hace en todo el mundo. Existía en otro tiempo en la ciudad y demandaba inversión en mantenimiento para las válvulas. Por ejemplo, en Oroño y Tucumán (casi a la vuelta de la explosión) había una que cortaba un determinado sector… el protocolo de acción ante reparaciones de este tipo hace tiempo dejó de implementarse con el fin de reducir el costo de los materiales –agregó Catáneo.
LOS SONIDOS DEL SILENCIO
Cuando el edificio explotó, distintos barrios de la región sintieron un cimbronazo.
Mario Paiva, por ejemplo, iba manejando su taxi en la esquina de Alvear y Córdoba y sintió el temblor. Vio, entonces, el hongo blanco.
–Todo era grito y pedidos de auxilio. Creo que fui el primero en llegar, incluso antes que los bomberos y ambulancias. Trepé por los fondos del supermercado La Gallega y no se cómo hice para escalar pisando los aires acondicionados. No lo pensé dos veces; sentí que tenía que ayudar. Había una chica embarazada y la pudimos bajar, una mamá me pedía que ayudara a su hijo y también lo socorrimos… muy fuerte todo. Anoche no dormí, esos gritos no me los olvido más –le dijo Paiva a los trabajadores de prensa que tampoco descansaron y nunca cayeron en el morbo habitual que proponen los medios hegemónicos de Buenos Aires.
Los bomberos voluntarios generalmente son noticias porque suelen no tener casi nada para llevar adelante una tarea que tiene mucho de heroica pero sin el dinero de los personajes que las historietas cuentan que son Batman y otros.
–Es durísimo escuchar el sonido de los celulares entre los escombros en medio del silencio de la madrugada –sostiene Norberto Marchesini, del cuerpo de bomberos voluntarios de la ciudad de Firmat, a decenas de kilómetros al sudoeste de la cuna de la bandera.
“Se apagan motores a unos doscientos metros a la redonda, tiene que haber silencio, por eso durante el día no nos sirve la ecosonda. Ahí es cuando tienen más trabajo los perros. El removido de los escombros es prácticamente a mano o con una maquinaria liviana, así pudimos sacar el miércoles más de cincuenta camiones”, agregó Marchesini.
Por su parte, Angel Poidomani, jefe del grupo de bomberos de la Policía Federal, remarcó que “el trabajo en el lugar es quirúrgico y lleva mucho tiempo. Es un panorama parecido o similar al que vivimos en la Embajada de Israel o en la AMIA”.
Para el ingeniero mecánico, Jorge Adué, “la explosión fue equivalente a una bomba más poderosa” que la que destruyó la mutual judía.
En la mañana del viernes, en tanto, algunas familias pudieron regresar a sus viviendas.
Lo hicieron por turnos y acompañados por personal de Defensa Civil.
–Hoy, nuestra mayor preocupación es encontrar a los ausentes y acompañar a los deudos y a los heridos –dijo el gobernador Bonfatti.
Después de la explosión del martes 6, Rosario ya no será la misma pero lo mejor de la vida se impondrá a lo peor de las hipocresías y las impunidades, porque los que hoy sufren el inmenso dolor de sus seres queridos saben que están siendo abrazados por la increíble solidaridad de los más humildes, de los ninguneados, de los albañiles, de los trabajadores, de los ex combatientes de Malvinas, de las pibas y los pibes que con su entrega están diciendo que todavía hay valores y que la esperanza, como siempre, goza de buena salud y crece desde abajo. En esta ciudad conmovida y sacudida, la vida le ganará a la muerte por pura prepotencia de amor y compromiso con el que sufre. Esas cosas que jamás entenderán los que decidieron economizar en válvulas y ajustar en seguridad, los verdaderos responsables de estas muertes y estas ausencias.
NEGOCIOS
El viejo Pitágoras decía que los números explicaban los misterios del universo y la vida. La cifra del sábado decía que había 14 muertos y siete ausentes. 21. El número que también expresa la cantidad de años que hace de la escandalosa privatización de Gas del Estado.
Cuando era la tercera empresa más importante del mundo y fue privatizada.
La votación se hizo el 26 de marzo de 1992 con ausencia de los diputados radicales, bancada presidida por Fernando De La Rúa, y para llevarla adelante el peronismo contó con los necesarios 130 votos para aprobar la ley en general. Uno de ellos no era legislador. Se trataba de Juan Abraham Kenan, un asesor de Julio Samid, hermano del empresario Alberto Samid. Pasó a la historia como el diputrucho. La ley llevaría el número 24.076, la madre de Litoral Gas. La misma ley que la empresa no cumplió como tampoco lo hizo Enargas.
En estos días surgió un titular que deberá ser tenido en cuenta: «Antes se podían cerrar sectores de 12 cuadras por 12, pero para ahorrar se dejó de hacer».
En esta observación se esconde la obscenidad del cálculo que termina en la acumulación de la desidia luego devenida en acumulación de gas. Ahorrar en seguridad para ganar más dinero. La perversión del sistema. Esos negocios mafiosos de los años noventa todavía vigentes se pagan con la sangre derramada de las hijas y los hijos del pueblo como también sucede con los llamados «accidentes» ferroviarios. Y un dato más: Litoral Gas, la empresa que decidió ahorrar facturó durante el año 2012, 313 millones de pesos, a razón de 869.444 pesos diarios, un monto que la hizo aparecer en el puesto 993 entre las mil empresas que más vendieron. Semejante cifra demuestra la obscenidad del ahorro, lo criminal de ese ahorro.
“SENTÍ LA PALABRA COMPROMISO”
El periodista decía que no quería pronunciar la palabra tragedia, desastre, catástrofe ni tampoco desaparecidos. Las primeras, porque remiten a castigos y destinos impuestos por los dioses griegos y lo sucedido en Rosario, el martes 6 de agosto a las 9.37, no tenía nada que ver con decisiones metafísicas, sino con una serie de hechos políticos y económicos que venían desde lugares muy concretos y terrenales. Y porque desaparecidos es una figura claramente vinculada al terrorismo de Estado.
Julio Más, combatiente de Malvinas, estaqueado en las islas por los oficiales del ejército aquel que castigaba a los propios porque estaban desesperados de frío y hambre, escuchaba con atención.
Desde el martes a la mañana estuvo entre las ruinas y las llamas, entre los gritos y los silencios, entre los escombros y la pasión por salvar la vida de decenas y decenas de anónimos que siguen buscando la posibilidad de construir un milagro.
–Ya que hablás de palabras… te quiero contar que a mí se me apareció otra palabra. La palabra compromiso… Y te lo juro que se me presentaron un montón de imágenes, entre ellas las caras de mis seres queridos, de tantos años de ninguneos… pero se me apareció la palabra compromiso, te lo juro –dijo Julio y empezó a explicar. El combatiente de Malvinas, al que durante años le negaron atención psicológica, pensión y otros tantos reconocimientos, contó que llegó a la zona de la explosión apenas unos minutos después.
–Eran muy pocos los que trataban de ayudar y era mucho el fuego –recordó Julio con ojos cansados pero siempre expresivos.
Alguien dijo que había que pasar por el pasillo para salvar a una señora que pedía auxilio a gritos.
Y él, 51 años, sobreviviente de aquella guerra, ninguneado durante años, papá y abuelo, él que no tiene nada más que demostrar sobre su valentía a favor del pueblo, se metió por ese lugar que en lugar de paredes y techos tenía llamas.
Y allí está Julio junto a sus compañeros, todas las noches, dándole algo calentito de comer a los bomberos, rescatistas y tantos otros que alientan las esperanzas mientras remueven escombros.
Lo mejor de la historia, lo mejor de nuestro pueblo está en tipos como Julio, en los que no teniendo más que sus vidas las ofrecen para que la vida de gente sencilla continúe a pesar de los pesares y las impunidades empresariales.
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Publicado en Miradas al sur. Año 6 Nº 273. Domingo 11 de agosto de 2013/ Agencia de Noticias Pelota de Trapo. 12 de Agosto 2013.
Fuente: Bloque de prensa regional