El folclore por la Patria Grande
Zapatea Lechuza! ya es una banda consolidada del folclore rosarino. Precursores de la peña La Bisagra desde hace cinco años, la banda acaba de editar su disco «Hasta mañana Mabel», con un fuerte contenido político en sus letras. Además, son los gestores de un espacio recuperado en la localidad de Fuentes, La Escuelita, hoy, un centro cultural donde los pibes y la comunidad encuentran un lugar para hacer arte. En pocos días, salen de gira por América Latina con un claro objetivo: revalorizar el folclore y difundirlo en otros países, haciendo talleres de música y danzas en escuelas y centros culturales.
Por María Cruz Ciarniello
Acaban de editar su disco “Hasta mañana Mabel”; tienen los bolsos casi listos para arrancar el viaje. La guitarra afinada, el bombo sonando y una pila de sueños acompañando el compás. Están, también, los juguetes de Simón preparados para compartir el juego.
La banda ya consolidada en el ambiente folclórico de la ciudad va por más: la ruta de Latinoamérica es el destino que los espera. Por las calles de Ecuador, Colombia, Bolivia, Perú y la ansiada Venezuela, andará la música de Zapateá Lechuza!, resonando en cada peña que abrace la Bisagra.
Guillermo Fabro en guitarra y percusión, Matías Frediani en bajo y guitarra, Elías Coronati en voz, y Gonzalo Rolando en acordeón y teclados, son los cuatro músicos que hoy integran la banda. María Victoria D’Oliveira acompaña en flauta y es además, la compañera de ruta de Guillermo y la mamá de Simón. Todos juntos impulsaron el proyecto de viaje de la Bisagra. Así se llama la peña folklórica que organizan desde hace cinco años en Rosario, en el clásico bar Sabina.
Ahora, el objetivo es viajar con la música para desarrollar talleres de folclore y danzas en escuelas y centros culturales, recorriendo la costa de América Latina. Un viaje que además de ser una gira artística, conlleva una fuerte impronta social y política. Desde el compromiso asumido por la banda, reflejado en cada una de sus letras, es que avanzan con el deseo de encontrarse con niños y jóvenes, de aprender y además, investigar, difundir, intercambiar el arte, uniendo Argentina, Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela.
Con la música del primer disco sonando, Guillermo y María me cuentan acerca de este sueño que tiene fecha de salida: los primeros días de julio. “Empezó primero, como un proyecto familiar, de poder llegar a Venezuela, que es un lugar que nos interesa mucho, yo soy de alla y quería que ellos la conociesen. Cuando se lo planteamos a los chicos, a ellos les interesó la idea de viajar y empezamos a coordinarlo”, dice María. Desde de los 5 años vive en Argentina pero su tierra natal es Venezuela. “Hija del exilio”, dice Guille, y María asiente: “es la patria de mi infancia”, confiesa. De allí nace el deseo de volver, casi insistentemente, a ese lugar donde vivió sus primeros años de vida, como consecuencia del exilio sufrido durante la última dictadura militar.
Del viaje familiar a una gira que vincula música con talleres para niños en escuelas. La banda Zapateá Lechuza! sale a estrenar su disco pero sobretodo, a recorrer estos países con objetivos claros: revalorizar los saberes populares sobre la música y la danza de los países de América Latina; difundir en las escuelas la importancia del aprendizaje de la música folclórica de cada región, y promover la investigación y producción en torno al folclore de diferentes países.
Empezando a zapatear
La banda se formó hace seis años, por el impulso de uno de sus integrantes, Matías Frediani. La vocación por el folclore los llevó a juntarse, conformando, en ese entonces, un equipo de 8 músicos. Participaron en peñas, movidas sociales, acompañaron espectáculos de organizaciones sociales, y apenas arrancaron tocaron en el Dixon como teloneros de Arbolito. Compartieron escenario con el Duende Guernica y Dipi Carabajal, entre otros; tocaron con Perro e´Sulky y el Choque Urbano y estuvieron presentes en Cosquín, en la “Fisura Contracultural”.
Con el tiempo, la banda se fue consolidando artísticamente pero siempre, comprometidos de lleno con la difusión del folclore y el compromiso político de decir y hacer a través de las temas, en su mayoría, compuestos por ellos mismos. El derecho a la tierra, los reclamos sindicales y laborales, las historias de obreros y el cuidado de la pachamama aparecen como resabios de una preocupación constante en la música. Y es también, lo que resuena en el reciente disco “Hasta mañana Mabel” que ya se puede descargar y escuchar por internet.
“Partimos de una base folclórica. El tiempo y la influencia musical de cada uno fue desvirtuando la base folclórica y nos parece bien que el folclore se abra, y estamos mezclando bastante. En el último disco, hay un tema que es una marcha camión que es un ritmo uruguayo que cuadra con los instrumentos folclóricos, hay un cuarteto también. Y lo que mantenemos cuando hacemos chacarera, gato, escondido, es la métrica para que la gente lo pueda bailar, y que esas métricas se respeten porque ahí se genera un vaiven y un ida y vuelta muy interesante. La mejor respuesta del público es cuando baila. Se pierde el protagonismo del que está cantando y se genera un clima más global, y más participativo. Eso lo mantenemos, y lo pensamos para que sea así.”, cuenta Guillermo.
A su vez, el folclore de Zapateá Lechuza nos lleva por otros ritmos latinoamericanos y la mixtura abre paso a nuevas formas del decir. “El viaje se vincula con eso”, dice Guille. “Abrir el folclore donde más se pueda”, insiste. Más allá del gusto por tocar, decíamos, Zapateá Lechuza lleva en sus letras una bandera social y política que los atraviesa, en el cuerpo y en el canto: “Tenemos un tema que es Chacarera de ciudad que habla de cómo hacer chacarera en una ciudad., contradiciendo un poco la chacarera santiagueña, buscando un folclore más propio, la chacarera del cemento, hablando de la tierra como lugar a rescatar, y esto nos identifica. Queremos que el lenguaje sea algo tangible y que la gente entienda de qué estamos hablando rápidamente. Después tenemos un escondido para no esconderse que profundiza en la idea de la participación, de involucrarse, tenemos un chamamé dedicado al padre de Gonzalo que era obrero metalurgico, y habla de la clase trabajadora y del sacrificio que hizo para que él pudiera venir a estudiar a Rosario. Todas las letras tienen un tinte político y está bueno que así sea. En una época, te liquidaban si lo hacías”.
La Escuelita: autogestión cultural
El Centro Cultural La Escuelita de la vecina localidad de Fuentes surgió por iniciativa de dos de los músicos de Zapatea Lechuza. Es un espacio recuperado y autogestionado que también acompañará el viaje por Latinoamérica de la Bisagra, ya que otro de los sueños que persigue la banda es el de propiciar una red de centros culturales de Latinoamérica.
“La Escuelita nace de un encuentro de músicos de Fuentes para facilitar el acceso a estudiar música, la idea fue armar una especie de club de barrio pero alrededor del arte. Hoy se dan clases de instrumentos, de danzas folklóricas, un Taller de Inventos para niños y niñas de 4 a 12 años. Nos motivó poner al alcance de todos, lo que nosotros no tuvimos cerca cuando éramos chicos”, me cuenta Matías.
De esta manera, recuperaron los viejos galpones del ferrocarril que estaban abandonados desde hace 20 años. Revocaron, pintaron, arreglaron y armaron un pequeño escenario donde tocan bandas y se organizan peñas para la comunidad de Fuentes. ¿Quiénes lo integran?. “Casi todos en el pueblo”, responda Matías. “Es una comunidad chica y quien no está en la comisión directiva es padre de alguna niña que va al taller de inventos o va a bailar folklore… Cada dos meses hacemos peñas y va mucha gente del pueblo a ver que se está haciendo en los talleres o que artista nos visita. Queremos permitir la integración, la imaginación, hacer cosas con más gente, tener un lugar donde hacer lo que queremos”.
Actualmente, en la Escuelita se dictan talleres de guitarra y bajo, piano y teclado, canto, batería, percusión, acordeón. Danzas folclóricas para niños y adultos y un taller de inventos para niños y niñas de 4 a 12 años.
“Creemos que es muy importante que existan espacios donde jugar, cantar, bailar, escribir poesías o pintar. Los chicos del taller en un par de años seguramente participen como alumnos de danza o de música y después estén en la comisión directiva. El lugar es de todos”. Y los sueños que disparan nuevas ideas y proyectos, también. Matías y Elías, quienes motorizaron la recuperación del espacio, buscan además recuperar toda la zona para ampliar y desplegar más actividades; hacer teatro y generar festivales anuales que propicien el encuentro de Centros Culturales de todo el país.
Un torbellino de ideas arremeten como sonidos y pasos de chacarera furtivos en una noche de peña. Los músicos de Zapateá Lechuza andan por todos lados al mismo tiempo. Proyectan y crean espacios autogestionados en sus lugares de origen, como Fuentes. Buscan sus raíces y el encuentro con la tierra de la infancia en Venezuela; llevan el folclore en la sangre y lo multiplican, aprendiendo de otros, tejiendo nuevos encuentros para que los más pibes también aprendan, bailen y descubran otros sonidos.
Dice María: “en lo personal tengo muchísimas ilusiones. Venezuela siempre fue un lugar muy significativo para mí. Para mis viejos, es el lugar del desarraigo. Yo, sin embargo, siempre tuve la sensación de que era un poco mi casa. Es una celebración poder hacer este recorrido, ir celebrando otra realidad diferente. En Venezuela es muy fuerte lo que se vive; cuando viaje hace unos años, era muy emotivo lo que te transmitía la gente con respecto a la revolución bolivariana. Pude ver y hablar con la gente y conocer el compromiso en todos los niveles, del militante que hace el laburo más chiquito en el barrio, y con qué esperanza se vive todo ese proceso”.
Para Guille, “la expectativas están puesta en los vínculos que se puedan construir”. En que toda fluya para que el encuentro con el folclore sea un motivo de celebración por el canto y la vida.
Que la Patria Grande empiece a danzar que allá vá Zapatea. Y que sea fiesta.