Camino a Traslasierra, Huaca invita a detenerse. Un espacio sagrado, hecho con el adobe de los viejos abuelos quienes, sumidos en el interior del Valle, nos demuestran que otra forma de vida es posible. Huaca es el espacio etnográfico textil, donde aproximadamente 30 mujeres rescatan, recuperan y revalorizan las técnicas del tejido ancestral. Es un lugar donde la cultura de los viejos tejedores se resguarda desde el saber y un profundo respeto. Allí estuvo enREDando.
Por María Cruz Ciarniello
María Inés teje sentada bajo un alero, en la fresca tarde cubierta de sol. A unos metros, se encuentra el refugio de la Huaca, un pequeño lugar cuyos muros huelen al adobe que las manos comunitarias supieron levantar. En ese rinconcito, los tejidos ancestrales muestran el mapa bifurcado de la historia de ancianas hilanderas y tejenderas de la zona de Traslasierra, en la provincia de Córdoba.
Poco se sabe de ellas. Sus voces aparecen como retoños olvidados de un tiempo lejano. De un tiempo que es el nuestro.
Sin embargo, hay quienes se sumergen en la ardua y necesaria tarea del rescate. Así, Huaca, voz quechua que refiere a un “espacio sagrado”, surge como una luz en el más profundo imaginario ancestral. Allí, un grupo de mujeres se reúnen diariamente para investigar, recorrer, escuchar y resguardar los textiles más antiguos de los abuelos y abuelas de las sierras cordobesas. Camino a las altas cumbres, donde la ruta impone un recorrido fugaz, Huaca invita a detenerse.
Una vez dentro, el tiempo es otro. Tejidos, ponchos, hilados, muestras textiles, fotografías y la sabiduría de María Inés y Susana, marcan un impasse en un viaje que apenas comienza.
“Es nuestro deseo que se logre interpretar la cultura de los tejedores y valorar el modo en que ellos viven y su relación armónica con la naturaleza, rastreando las huellas del saber de los abuelos llega el aprendizaje intenso, profundo, y brota mezclado entre tejidos, imágenes, silencios…”
Con estas palabras, el grupo que integra Huaca define su hacer cotidiano. La escucha, sumergida entre sierras y silencios, suena a música en el trabajo de investigación. Así relata María Inés sus largos encuentros con los más viejitos que habitan la tierra en la más recóndita soledad.
– Huaca es un lugar donde se guardan los tesoros, guardamos el saber de los abuelos porque va más allá de la prenda en sí misma, cuenta María Inés quien desde hace 12 años integra el espacio. – Viajé toda mi vida buscando tejedores. Viví en comunidades de Bolivia, estuve en México, Chile, Guatemala, y desde hace 12 años conocemos tejedores de la zona.
La inquietud por habitar otro mundo ahonda en la suave cadencia de María Inés. En su hablar pausado, en la ternura que despliega su mirada. Mientras relata la historia de Huaca, teje, como si ese tejido fuera parte de su propio cuerpo en movimiento.
– En Catamarca, vivimos una experiencia muy fuerte con lo que fue el telar criollo y con lo que está pasando. En el valle, conocimos a una tejedora Doña Panchita Domínguez quien nos ofreció quedarnos acá, y acá estamos, viendo qué se podía hacer.
Durante 6 meses, María Inés y su familia, viajan. Los seis meses restantes, se afincan en un lugar y trabajan. La vida de viaje es parte de su ruta. Pero desde hace varios años, su lugar en el mundo es Traslasierra y su casa, su hogar, es Huaca. – Al comienzo, logramos reunir 12 tejedores de la zona, y luego comenzamos a convocar. En la secretaria de turismo nadie sabía donde habían tejedoras. Cuando nos dimos cuenta, reunimos a 40. Ese momento fue muy fuerte. Logramos rescatar las técnicas, los diseños y los tintes originales. Pero lo que sucede es que los abuelitos se van muriendo, y es dificil que los jóvenes comiencen a tejer. El saber se transmite pero no hay una continuidad. Entonces, nos preguntamos, ¿porqué no hay jóvenes que se suman? Entonces, vimos que el tejendero tradicional está asociado con el pobrerío en Argentina. Es necesario hacer un trabajo de revalorización del tejedor, primero, rescatar la Minga de hilado, que es una fiesta que se realizaba con sentido comunitario. Logramos rescatarla y entre todos, tejimos la bandera argentina.
Decididas a convocar a los más jóvenes, las integrantes de Huaca se volcaron a la realización de un intenso proyecto de investigación y rescate.
– Lo hicimos desde nuestro lugar, y nuestro saber. Fue un trabajo maravilloso. Planteamos dos etapas, una primera etapa fue ir al campo, pedimos a los abuelos que nos presten los tejidos de antes, nos pusimos a revalorizar el tejido antiguo y logramos una muestra que se llamó Tramas de la Memoria. Para esa muestra hicimos un análisis de la problemática de la tejeduría hoy, trabajamos con las familias referentes, y después, hicimos un análisis de los diseños. Y ahora, con todo eso, hicimos la segunda etapa que fue la capacitación. Trabajamos técnicas de asociativismo, medición de hilos artesanales, muchísima visita al campo, y técnicas tradicionales. Trabajamos con un grupo de 30 jóvenes, de la zona. Ahora somos aproximadamente 20, y tenemos paisanas del rancho de adobe, criollas de las cabañas y sociólogas. Hoy, recuperamos el mismo tejido, con la misma técnica. Logramos que la provincia nos ayude a la difusión. La secretaria de cultura de la nación declaró el proyecto de interés cultural. Eso es importante, porque aporta a la valorización y al reconocimiento. Ahora, estamos en una etapa donde logramos abrir nuevos espacios.
El grupo de tejedoras se reúnen una vez a la semana a tejer. El espacio es comunión. Diálogo. Vínculos. El tejido se transforma casi en un pretexto. – No estamos conformados como asociación ni nada. Somos un grupo. Queremos trabajar primero lo grupal. Debemos llegar primero al concepto de lo que significa lo cooperativo. Esto tiene que ser consecuencia de un trabajo de grupo.
Hasta el momento, solo hay un hombre que integra el grupo. Surgen las risas. ¿Está asociado el tejido a la figura femenina? No, dice con seguridad María Inés – Los mejores tejedores en el valle han sido hombres. Lo que pasa es que en el imaginario colectivo sí está asociado a la mujer. Ahora, ya hay gente que se está acoplando. Hacemos mucha visita de campo y hablamos sobre la realidad del Valle.
El valle por dentro
El tiempo que María Inés lleva sumergida en la profundidad del Valle Traslasierra le permite contar, redescubrir y analizar las microscópicas formas de vida de los abuelos tejedores.
Vidas intensas, llenas de cultura, saberes, tradición.
– Hay vidas muy maravillosas. Viéndolo desde afuera, parece muy dificil. Doña Carmen resuelve con lo que tiene, no existe el concepto de lo lindo, de lo pintoresco. Y eso es maravilloso. Hay gente que vive en la sierra muy austeramente, está la realidad de los jóvenes que bajan, que son nietros de paisanos y que es dificil su inserción, la realidad de los chicos que hacen la escuela en el pueblo, que terminan en un sistema exclusivo, la realidad de quienes vienen de afuera, con mucha tecnología, y los jóvenes con hijos que vienen a querer cambiar internamente. El Valle es hermoso.
A la charla, y a los mates, se suma Susana, docente del Valle de Traslasierra. – A mi me moviliza mucho Rosario Tapia. Me conmueve no tanto la manera en cómo ella vive, porque así vivio siempre, sino la soledad en la que se encuentra. La soledad es lo más doloroso, cuando el abuelo queda solo. Siempre esperan la visita.
La soledad aparece así como una forma de vida, que, dolorosamente, acompaña a los sabios ancianos del Valle. Así como también, a nuestros viejos en la más dura cotidianeidad citadina.
Dice Susana: – Hay muchos preconceptos, porque la misma soledad que tienen en Traslasierra, también la tienen en la ciudad cuando no tienen quien se ocupe de ellos. La realidad de los abuelos es la misma en todos lados. Lo triste que uno ve, es que hay poca gente con deseos de continuar esa forma de vida. Muchos tienen hijos que los visitan, pero muy pocos se interesan por lo que ellos hicieron, por lo que saben, por la medicina, por cómo cultivan, etc. No tiene continuidad todo lo que ellos hacían.
Suplantar estilos de vida, costumbres ancestrales, el atropello casi como un signo de la época.
– Todo lo nuevo son las bioconstrucciones. Por un lado, el Estado voltea los ranchos de adobe y les hace casitas lindas y bonitas, pero de plástico. Y, por el otro, muchos arquitectos están empezando a diseñar y construir de una manera más ecológica. Pero es el mismo rancho que hacían los abuelos. Entonces, no hay una valorización del que viene, hacia el de acá. El rancho de Huaca fue construido entre todos. Cada uno que llegaba se emocionaba.
El rancho de Huaca es adobe puro. Allí dentro, cuando afuera el frío penetra las heridas, el calor abriga. Cuando la humedad y el sol queman la piel, en su interior, el aire fresco es un suspiro que alivia.
El tejido, vida tramada
¿Qué sentido espiritual tiene el tejido? Le pregunto a María Inés, intuyendo lo poderoso que es el arte textil. Y ella cuenta:
– El tejido representó cosmovisión del mundo de la comunidad a la que pertenecía la tejedora. En el textil, representa la cosmovisión visual de una comunidad. Es comunitario. Una de las primeras prohibiciones del Virrey Toledo es la prohibición de las huacas en las prendas, lo sagrado en las prendas. Entonces, generan lo individual. El textil representó la fuerza comunitaria. Va más allá si un tejido es lindo o no. Además, nos conectamos con la primer mujer en el mundo. Es muy fuerte su sentido.
A su lado, Susana agrega:
– Además, recupera una forma de vida, porque requiere la serenidad, lo genera. Es dedicar un tiempo a lo que uno hace, que no tiene que ver con la producción y la velocidad. Es hacer las cosas desde el amor y lo humanitario. Por eso, las visitas en el campo son buenísimas. Doña Carmen, se instala para hilar, es el no-tiempo, y esto es un aprendizaje. Cuando uno va al campo, va con otro tiempo. Se sienta a tomar unos mates, a ver los animales. Es respetar esos tiempos, que es tan importante como el tejido mismo. Es aprender otra forma de vivir.
El proyecto de Huaca simboliza el más sentido encuentro comunitario. – La idea es poder seguir la investigación, a veces el problema es cómo-, cuenta Susana, dejando ver las dificultades que siempre supone un proyecto autogestivo.
Ella y María Inés siguen soñando con la posibilidad de que, al menos, los tiempos sean otros para todos. Hay que parar la cabeza, me dicen entre risas. Y sí, de eso se trata aunque parezca casi una utopía. – Es el aprendizaje, cuanto menos tenemos, menos vamos a consumir. –
Contacto:
Cañada Larga, Camino Altas cumbres Km 4
huacatraslasierra@gmail.com
3 comentario
qué buena nota! gracias, la verdad que al leer este tipo de historias me animan un poco, x suerte no todo esta perdido! ME gusta mucho este nuevo diseño, buen criterio. Saludos, Jorge
Muchas gracias Jorge!. Saludos. Equipo enREDando
divino todo, las fotos??????
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