Pintadas
Una vez más, la mano corrompida soltó el insulto contra nuestras Madres de los pañuelos. La agresión hacia quienes son el símbolo de la resistencia y la dignidad vuelve a pintar a una sociedad, la santafesina, que conserva en sus entrañas el odio y el desprecio hacia los sueños colectivos de una patria justa y libre.
Por Equipo Editor de Alapalabra
Como siempre sucede en ocasiones como ésta, la provocación contra Celina Queca Koffman, de Madres de Plaza de Mayo Santa Fe, -a quien pintaron la casa con insultos en la mañana del 30 de abril pasado- deja al descubierto las relaciones de poder tejidas en los años de la dictadura militar, las complicidades civiles que persisten y las tensiones que genera la Justicia cuando actúa. Más que manchar a las víctimas, la pintura en las paredes de la casa de Queca estampa el lienzo de una comunidad que no logra desprenderse de la herencia del terror.
El 29 de mayo de 1975, en Manchalá, Tucumán, comenzó a perderse el rastro de Jorge Oscar Kofman Zeigner, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores desde recién amanecida la década del 70.
Jorge tenía 23 años. Había nacido en Concordia, Entre Ríos, estaba casado y tenía dos hijos. En 1970 y 1971 había estudiado en la Facultad de Filosofia y Letras de Córdoba, para pasar después, en esa misma ciudad, a trabajar en la Herrería de Obras. A fines de 1972, la dictadura lo encarceló por su militancia. Recuperó su libertad en la fenomenal movilización del 25 de mayo de 1973.
Aquel mayo del 75, Jorge (el Hippie, o Diego, como lo conocían sus compañeros), fue herido en una rodilla, y se refugió en casa de una familia de campesinos. Allí se recuperó, y colaboró unos días en las tareas de recolección de caña, mientras se preparaba para seguir su derrotero hacia Córdoba capital.
El 10 de junio, en la ruta cercana a aquella casa de campesinos solidarios, Jorge subió a un colectivo de la empresa El Cóndor. Se supone que una patrulla militar lo hizo prisionero en un control de rutas. Los testimonios describen su paso por los Centros Clandestinos de Detención Cárcel de Villa Urquiza y Escuelita de Famaillá.
Jorge continúa desaparecido.
Su mamá, Celina Queca Koffman, era por entonces docente en Concordia. Y desde allí comenzó el vuelo de las Madres, la búsqueda incesante del hijo desaparecido.
En ese, su vuelo, Queca transitó todos y cada uno de los puertos de un naufragio colectivo que, poco a poco, se fue transformando en uno de los hechos políticos y sociales más impactantes de la historia en estos arrabales: el nacimiento de esa fuerza inesperada, potencia creadora, las Madres de Plaza de Mayo. Primero en Concordia, su ciudad de origen. Después, en Santa Fe, ciudad propia por elección. Contra todos los temporales, construyendo resistencias inéditas, cosiendo las dignidades rotas, inventando ventanas para colarse en ese futuro clausurado a pólvora y picana, a corrupción y olvidos.
Pero se sabe que los brujos siempre piensan en volver; y Santa Fe no es territorio liberado.
En esta geografía todavía rota por años de desprecios, las Madres siguen siendo bastión de ideales, insobornables caricias de un tiempo que sueña ser mejor. Molestas porque dicen lo que piensan, y piensan lo que sienten desde las entrañas mismas de su corazón infatigable.
Lúcidas, incansables, nuestras Madres deben soportar, todavía hoy, la mano corrompida e impune que pinta el insulto, que tiende la amenaza.
«Como siempre en la sombra, porque sucedió en horas de la madrugada, esas figuras nostálgicas de la muerte, me pintaron la casa con las leyendas de siempre», cuenta Queca.
Y señala lo que es una verdad conocida: «No es casualidad, sino causalidad. La verdad es que estamos cansadas de tanta impunidad porque desde hace años, de alguna forma u otra, estamos perseguidas, sin que se puedan encontrar nunca a los autores de estas acciones».
«Quisieron parar mi lucha y la de otras Madres, pero quiero que sepan que seguiremos con más fuerza que nunca», advierte esta inquebrantable mujer de 89 años. Y confirma: «no lograrán abatirme porque estoy más firme que nunca y seguiré la lucha hasta el último día de mi vida por memoria, verdad y justicia. Las madres no olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos. Las Madres exigimos».
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Imagen: Carina Barbuscia sobre foto de argentina.indymedia.org