La fiscal ordenó el desalojo que el juez le había negado con la excusa de una nota publicada por el diario Clarín. La represión fue activada por el secretario de Cultura porteño, Hernán Lombardi, durante la reunión con 4 representantes de la asamblea. Los 3 heridos con balas de plomo eran integrantes de medios sociales de comunicación, pero ¿alguien pidió explicaciones por este ataque a la prensa independiente? La marcha al San Martín y una reflexión con los pies sobre política y cultura. El bonus track: qué dijo un intelectual del cine en una mesa de examen sobre la represión y el neorrealismo italiano.
Por Lavaca.org
La fiscal ordenó el desalojo que el juez le había negado con la excusa de una nota publicada por el diario Clarín. La represión fue activada por el secretario de Cultura porteño, Hernán Lombardi, durante la reunión con 4 representantes de la asamblea. Los 3 heridos con balas de plomo eran integrantes de medios sociales de comunicación, pero ¿alguien pidió explicaciones por este ataque a la prensa independiente? La marcha al San Martín y una reflexión con los pies sobre política y cultura. El bonus track: qué dijo un intelectual del cine en una mesa de examen sobre la represión y el neorrealismo italiano.
Toma 1. Exterior día. Clarín y la fiscal
El ex diputado Luis Zamora está parado en la puerta del Teatro General San Martín. Acaba de terminar la marcha de una nutrida cuadra de manifestantes, todos muy jóvenes, que desfilaron así su indignación por la represión que soportaron anoche quienes estaban resistiendo el desalojo de la Sala Alberdi.
Zamora habla por teléfono con la Procuraduría General de la Ciudad. Le está pidiendo autorización para llevarles alimento a las 4 personas que están dentro de la sala y que no comen ni toman agua desde ayer a la noche. Lo autorizan, me dice apenas cuelga.
Le pido entonces que me cuente qué pasó, ya que él estaba en el momento justo y en el lugar indicado. Había llegado dos horas antes a la plaza seca del Centro Cultural San Martín, con la intención de abrir una instancia de diálogo. Le pido que sea preciso con los detalles, porque él estaba en el epicentro mismo del desastre.
Cuenta Zamora: “Cuando llegué, me entero de que la fiscal Claudia Barcia había ordenado el desalojo. Te explico: lo había pedido antes y el juez Norberto Tavosnanska no lo admitió. En su fallo consignó que prefería resolver este tema de otra manera y la fiscal apeló esa decisión. Procesalmente, entonces, se estaba esperando la decisión de la Cámara. Pero la fiscal volvió a solicitar al juez el desalojo, amparada en una nota publicada en Clarín donde se informaba de un supuesto daño que habían hecho los acampantes a las obras de arte que estaban en esa plaza”. ( El título de la noticia: “Sospechan que dañaron valiosas obras de arte”. Nunca se aclara quienes sospechan. Sujeto tácito que ha dado inspiración a varios títulos de la revista Barcelona. Ver: http://www.clarin.com/ciudades/Sala-Alberdi-sospechan-danaron-valiosas_0_880711985.html ).
Sigue Zamora: “El juez volvió a negárselo, recomendándole que espere la decisión de la Cámara. Reconoció, también, que ella tenía facultad de ordenar el desalojo, pero que no se lo recomendaba. El juez dejó en claro que apostaba al diálogo. Pero se ve que la fiscal quería otra cosa. Cuando llegué, el jefe de la Policía Metropolitana a cargo del operativo me dijo: ¨Ya va a ver cómo es esta mujer¨. Y me di cuenta a qué se refería apenas entró. A los gritos, les daba órdenes a cada policía. Y cada policía miraba a su jefe para saber si tenía que hacerle caso o no. Ese fue el primer momento de tensión, que terminó a eso de las 20, cuando el jefe de la Metropolitana se hartó y ordenó que los agentes se retiren de plaza seca e ingresen al hall. Sabían que si se iban, los chicos iban a volver a entrar, se lo habían dicho incluso a la fiscal, pero la tensión entre la policía y la fiscal era tal que prefirieron retirarse. Y pasó lo que decían: los chicos volvieron a ocupar la plaza seca. Horas después, se logró una reunión con el secretario de Cultura, Hernán Lombardi. Cuatro representantes elegidos en asamblea fueron a verlo a su despacho. Fue un momento de distensión, porque nadie suponía que mientras se estaba abriendo una instancia de diálogo se iba a reprimir. Si no se lograba una tregua ahí, quizá, pero no durante. La mayoría de la gente aprovechó esa especie de tregua para ir a comer o directamente irse, pensando que ya había pasado lo peor. Cuando el grupo mermó, sonó una explosión. Lo que yo te puedo asegurar es que todo pasó muy cerca de mí, y que en el mismo instante en que escuché la explosión empezaron a arderme los ojos. Así que lo que yo pensé es que la explosión se correspondía con el disparo de una granada de gas lacrimógeno. Ahora dicen que fue una bomba molotov y que por eso empezó la represión. Vos viste la cantidad de gente infiltrada que había en ese lugar, agitando para que tiren piedras y buscando el choque, así que si esto sucedió realmente, no fue responsabilidad de ninguno de los chicos del acampe. Eso está claro para cualquiera de los que estuvimos ahí y no nos pueden venir a contar otra versión. Lo increíble es que los 4 representantes que estaban reunidos con Lombardi fueron testigos de que lo llamaron por teléfono y él ordenó la represión. Lo dijo enfrente de ellos, en sus propias caras. Hasta ahora no lo pueden creer. Otra cosa increíble: el operativo policial era desmedido. Había más de 200 policías para desalojar a no más de 30 personas que, además, estábamos en un lugar cercado. La plaza seca tiene rejas por los cuatro lados. Era muy fácil para ellos terminar con la ocupación sin tirar una bala de goma. Pero evidentemente tenían orden”.
Escena 2. Exterior. Noche. Corrientes y Callao. La bici.
El camión hidrante avanza a contramano por la avenida Corrientes.
Atrás, los patrulleros hacen aullar sus sirenas.
Se escuchan disparos.
Chicos que corren, muchos descompuestos por el humo lacrimógeno que envuelve la avenida y otros muchos más afectados por lo que, sabremos después, es gas pimienta.
La Metropolitana mete miedo porque se la ve literalmente desatada. La mayoría son oficiales jóvenes que enfrentan a otros pocos jóvenes que les tiran piedras, palos, lo que encuentran. Unos no están preparados para que se le oponga ninguna resistencia.
Los otros, están acostumbrados al pogo policial.
¿Militantes?
¿Activistas?
No: jóvenes.
Menores de 20 la mayoría.
Lo que estamos viendo es nada menos que una batalla cultural.
La batalla entre los malabaristas del semáforo y la caballería de los Newman School Boys, le digo a la fotógrafa que tengo a mi lado, como para aflojar la tensión. No se ríe. Me señala al chico que unos metros más allá está tirado en la vereda.
Venía de trabajar en su bicicleta, un policía le pegó un palazo en la cara.
Se lo llevaron en ambulancia, mientras él rogaba por su bici. “Si no mañana no puedo ir a laburar”.
Escena 3. Exterior. Día. Obelisco. La marcha.
La Red Medios Alternativos denunció que los 2 heridos de bala de plomo durante la represión eran fotografos de medios sociales de comunicación. Esto es: balas de plomo usadas durante el desalojo de un centro cultural, disparadas contra la prensa independiente.
¿Renunció el jefe de ese operativo?
¿Alguien pidió explicaciones, solicitó un informe, prometió investigar a fondo?
“Tenemos Papa argentino”, me responde Pascual, profesor universitario y hoy, integrante de la escasa docena de veteranos que marchamos junto a unos 600 jóvenes en repudio a la represión policial.
Juana Chang, una de las voces de las Kumbia Queers, es quien me acompaña en la caminata y la reflexión. Agradezco cada paso y cada palabra, porque me permite acomodar la incomodidad que produce esa multitud de chicos y chicas que nos desacomodan.
¿Por qué están dispuestos a dejarse pegar por una sala municipal?
Juana responde: “Porque nos sacaron todas las demás y nosotros no hicimos nada”.
Juana me cuenta entonces por qué está ahí: “Yo tomé mil cursos en el Centro, pero estos pibes, ahora, ¿dónde van a ir? Miralos.”
Los miro.
Pero recién los veo cuando proyecto la intensidad artística de Juana sobre ellos.
A todo gobierno conservador le nace su propio movimiento punk.
Mientras caminamos hacia el San Martin, ubicadas en la retaguardia de la marcha, hablamos sobre los cuidados que estos chicos no tuvieron y llegamos a la conclusión de que quizá les exigimos una experiencia que no tienen. Juana me cuenta lo que dijo el representante de la Asamblea de la Sala Alberdi poco antes de mi llegada. “Contó que hubo 10 detenidos y quedan 3. Que después sería bueno ir a la comisaría para pedir que los larguen. Que a las 21 hay una reunión con Lombardi y también sería bueno acompañar ahí. Que ellos no tenían ni molotov ni facas porque no saben ni cómo hacerlas. Qué les robaron todas las bicicletas y que no creen que hayan sido ladrones porque con toda la policía que había ahí no se hubiesen ni acercado. Fue el único momento en que pudimos reírnos. Después, agradeció la presencia de todos, incluso de los partidos políticos, pero que les iban a agradecer dos veces si no llevaban banderas durante la marcha”.
Miro las rojas del PTS: son dos docenas.
Juana me invita a mirar qué pasa en el frente de la columna, que ya llegó a la puerta del Teatro San Martín. Hay formada, paralela a toda la entrada, una barrera, como para proteger a los manifestantes y al teatro de la policía y los infiltrados. Diana Sacayán, una de las más destacadas intelectuales del movimiento trans argentino, está formando parte de la cadena humana y nos llama.
Nos pide que nos sumemos y nos acomoda.
Recién cuando miro la cara del brazo flaco y tembloroso que me aferra me doy cuenta de la sutil percepción política que ha hecho Diana: el chico tiene la cara tapada con una remera.
No se ve, pero se nota que es morocho.
Se ve y se nota que es muy flaco.
Es el estereotipo que los fotógrafos buscan para inmortalizar esta marcha.
Diana lo supo antes que todos, que nadie, y por eso me acomodó a su lado.
Pienso: “veterana del brazo de terrorista cultural” les complica el encuadre.
Gracias, Diana, por ubicarme.
Escena 4. Interior día. Examen.
Uno de los cronistas de lavaca que estuvo hasta la madrugada soportando la represión, se presenta a las 9 en punto a dar su último examen del primer año de la Carrera de Dirección Cinematográfica. Su profesor, un reconocido especialista en cine y literatura, licenciado en Ciencias de la Comunicación, está conversando con sus tres ayudantes de cátedra. El cronista de lavaca lo escucha decir:
-“Por fin sacaron a esos lúmpenes. Son impresentables”.
Comparte con el grupo un tuit de Quintín, otro obispo del sínodo cinematográfico. Lo lee en voz alta: “Encima son mimos y clowns. Lo más bajo de esa pirámide zoológica”.
Uno de los ayudantes contesta:
-“Pero los cagaron a palos”.
El profesor responde:
-“No tienen trabajo, no tienen salario y no tienen familia. No tienen nada”.
Y da por comenzado el examen.
¿El tema?
Neorrealismo italiano.
El cronista, ya simple alumno, le responde:
“Es considerado el primer movimiento moderno porque vuelve a esa calle que el cine había dejado de lado. Sale a la calle y lo que encuentra es una ciudad devastada. Y elige mostrarla a través de pequeñas historias que representan verdaderas tragedias sociales. Por ejemplo: qué significa para un trabajador que le roben su bicicleta. Esa sensibilidad social es lo que lleva a afirmar al crítico español Ángel Quintana que el neorralismo no es un movimiento estético, sino ético”.
-Excelente-, le dice el profesor.
Y da por terminado el examen.