Contra la impunidad
Igual que a Julio López, a Luciano Arruga lo desaparecieron en democracia -el 31 de enero de 2009- y la causa continúa impune. A pesar de la falta de avances en la investigación y de las amenazas, sus familiares, amigos y organismos de Derechos Humanos no le aflojan a la lucha por la justicia. Juntos lograron cerrar el destacamento policial donde Luciano fue visto por última vez y crear allí un espacio para la memoria y la cultura. enREDando conversó con Vanesa Orieta, hermana de Luciano, que estuvo en Rosario invitada por los compañeros de la Casa de la Memoria.
Por Vivi Benito
Astu va y viene. Toca todo. Mira, descubre. Se agarra de los pantalones, de las sillas, de las paredes. Y se anima a dar los primeros pasos.
Juega y le abre los brazos al mundo.
“Astu significa pájaro de los andes en lengua quechua”, me dice Vanesa, su mamá, mientras lo alza y le da la teta, intentando que duerma un rato, pero parece que tiene pilas de larga duración, como todos los chicos.
En esta tarde de sábado, son muchas las sillas de donde puede agarrarse y los brazos que lo abrazan. Astu está acostumbrado a las reuniones, a la murga, a las mamaderas compartidas. Su familia lleva tres años y siete meses militando y luchando para encontrar a su tío, Luciano Arruga, y por reencontrarle el sentido a la palabra justicia.
Luciano está desaparecido desde 2009. Lo desaparecieron en democracia, como a Jorge Julio López.
Tenía 16 años, vivía en un barrio pobre de Lomas del Mirador, partido de La Matanza, Buenos Aires. Fue visto por última vez la noche del 31 de enero de ese año, cuando «policías de la Comisaría 8º lo subieron a un patrullero y lo llevaron al destacamento», que había sido inaugurado en el 2007 a partir de un pedido de un grupo de vecinos nucleados en un foro de seguridad.
Como ocurre con tantos jóvenes de zonas marginales donde las políticas sociales no llegan, o son insuficientes, desde chiquito vio vulnerados varios de sus derechos, como la educación. Tuvo que salir a empujar el carro para comer y se le hizo difícil terminar la escuela. De adolescente Luciano fue detenido varias veces por “portación de cara”, padeció el hostigamiento y persecución policial.
“En el 2008 mi hermano sufrió la primera detención ilegal en el destacamento, el cual no tenía espacio para tener detenidos, era una mera base de operaciones de la comisaría 8º de Lomas del Mirador. El 22 de septiembre estuvo detenido, lo golpearon adelante mío y de mi mamá. Mi hermano pedía por favor que lo saquemos. En el 2009 a Luciano lo desaparecen de este mismo lugar, por decirle que no a robar para la policía”, me explica Vanesa, conociendo en detalles estas situaciones criminales, que según explica, continúan vigentes en el barrio.
Desde la desaparición de Luciano, toda su familia, amigos, organismos de Derechos Humanos, medios independientes y gente particular, caminan en busca de justicia. Sosteniendo una lucha desigual frente a poderes corporativos que vienen haciendo lo posible para garantizar la impunidad.
Vanesa habla pausado, tiene la mirada dulce y una fortaleza admirable. Estuvo en Rosario el sábado 11 de agosto, invitada por la Casa de la Memoria para integrar el panel “Luchas y Resistencias contra la violencia y la impunidad”, en el que también participaron representantes del Colectivo de Investigación y Acción sobre los Jóvenes y el Poder Punitivo; y Beto Olivares, miembro de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y abogado de familiares de víctimas del Triple Crimen de Villa Moreno.
Impunidad
“Lo que denunciamos es la actitud del Ministerio de Justicia y Seguridad, a cargo de Ricardo Casal, de no sólo dejar que estos tipos sigan libres, sino que trabajen en funciones. Desde el aparato político consideramos que al menos tendrían que haberlos desplazados de la fuerza hasta que se aclaren las cosas. Siguen trabajando en diferentes comisarías del partido de La Matanza. Nos da miedo porque son los responsables de torturar, de matar, de desaparecer a un chico de 16 años. Nos siguen amenazando a nosotros para que no sigamos denunciando a la policía que fue la responsable de hacer desaparecer a Luciano”, señala con indignación, propagando lo más posible éste y otros casos de Gatillo Facil, que no son noticia para los grandes medios. El último hecho de persecución y hostigamiento sufrido por la familia, sucedió el viernes 3 de agosto. Ese día Mario (de 16 años), hermano de Luciano y Vanesa, volvía en bicicleta de su trabajo, cuando fue interceptado por dos personas que iban en un auto de marca Fiat Duna sin patente. “Le empiezan a hacer luces, se bajan dos personas, una uniformada y otra de civil. Lo paran, lo ponen contra la pared, le empiezan a preguntar por un hecho que ocurrió en Lomas del Mirador donde murió un policía. Le sacan su celular, se lo revisan, como no encontraron ninguna respuesta favorable a lo que esperaban, le dan un cachetazo y lo dejan ir”, detalla Vanesa, asustada habiendo ya realizado la denuncia sin expectativas de que se esclarezca.Un espacio para la memoria