¡Ni un paso atrás!
Jorge Julio López está desaparecido desde 2006. A Silvia Suppo la asesinaron en 2010. Ambos fueron sobrevivientes de la última dictadura, testigos y querellantes en causas por delitos de lesa humanidad. Sus testimonios resultaron claves para condenar a los represores Miguel Etchecolatz, en La Plata y Víctor Brusa, en Santa Fe. Estando en la calle y en los tribunales, el Espacio Verdad y Justicia por Silvia Suppo busca llenar de sentido la palabra Justicia. A dos años del crimen, siguen poniéndole el cuerpo, palabras y pinceles al intento de quebrar la impunidad. enREDando conversó con Marina Destéfani y Dahiana Belfiori, intengrantes del Espacio.
Por Vivi Benito
Marina se sienta en canastita, se saca el bolso, deja los afiches y folletos en el suelo. Se la ve cómoda y emocionada. Acaba de recorrer el Museo de la Memoria y en un rato va a marchar hasta el Monumento a la Bandera. El rostro de su mamá Silvia, estampado en la remera, dice tanto como sus ojos.
A su lado está Dahiana, que también se acomoda en el piso, sobre el pastito. De a poco la histórica plaza San Martín se va poblando de agrupaciones, militantes, jóvenes y familias enteras en una tarde de sol pleno. Luminosa, como la memoria colectiva que resplandece cada 24 de marzo. Dahiana saca un pañuelo verde y se lo ata en el pecho. Feminismo y derechos humanos desde hace años vienen marcando sus pasos.
Las palabras comienzan a rodar.
En el Espacio Verdad y Justicia por Silvia Suppo confluyen una diversidad de organizaciones: feministas, culturales, sociales, de derechos humanos, todas comparten la convicción de que el asesinato de Silvia tuvo connotaciones políticas y su lucha, incansable, seguirá de pie hasta lograr el definitivo esclarecimiento.
“Estar acá es para nosotras una forma de apoyo y de acompañamiento a todas las organizaciones, de mostrar solidaridad con otras causas para visibilizar. Siempre buscamos abrir el Espacio, enredarnos, para ampliar la dimensión de la lucha. Queremos también que esté presente Silvia en la marcha”, nos dicen, minutos antes marchar a la par de 25 mil personas.
Marina Destéfani (hija de Silvia Suppo) y Dahiana Belfiori vienen de Rafaela, lugar donde viven, sueñan, trabajan y luchan. Varios de sus compañeros hoy marchan allá y otros en Santa Fe. Repartidos buscan multiplicarse. Abrir los brazos, el pecho y la garganta. Hasta quedar afónicos. Pero nunca callados.
“Estamos tratando de encontrar nuestra propia voz y de releer lo que ya se viene haciendo en cuanto a las luchas por los derechos humanos. No empezamos de cero. Tratamos de releer ese devenir de luchas, modificarlo y ampliarlo”, explican.
Silvia Suppo, testigo y querellante en causas por delitos de lesa humanidad, fue asesinada el 29 de marzo de 2010 dentro de su negocio “Todo cuero”, en Rafaela. En menos de 24 hs, la policía había identificado a los presuntos autores, dos jóvenes pobres, lavacoches, que pronto se entregaron y se auto declararon culpables. Enseguida se lo asoció con un caso más de la inseguridad, sin contar con testigos que identifiquen a estos pibes, sin encontrar ninguna huella digital (ni siquiera la de Silvia), sin hallar restos de sangre, entre otras irregularidades.
Para el colectivo Verdad y Justicia, los abogados de los hijos de Silvia y la querella, la causa tiene demasiados cabos sueltos y merece una investigación más profunda que contemple la hipótesis de móvil político. Cosa que hasta hoy, a dos años del crimen, sigue pendiente.
La calle y lo colectivo
Además de seguir con atención la causa en los Tribunales, ocupar la calle y el espacio público son premisas fundamentales para los integrantes del Espacio. Quienes, a pocos días del crimen se convocaron casi espontáneamente para pedir justicia, hoy conforman este amplio colectivo.Poniendo el cuerpo, música, colores y pinceles, estos artistas/ docentes/ profesionales/ padres/ madres/ familiares y amigos, apelan a la sensibilidad. Buscan generar preguntas desde la palabra y el arte. A partir de charlas, presentaciones de libros, obras de teatro. En la calle. En plazas céntricas y de barrio.
Desde el encuentro con otros y el mate compartido invitan a informarse sobre lo que pasó con Silvia. Invitan a apagar un rato el televisor para poder escuchar la historia real, sin maquillajes e intereses creados. A conocer cómo fue el recorrido político de Silvia -en los 70 militaba en el centro de estudiantes de su colegio y en la juventud peronista de Rafaela, también realizaba trabajos barriales- y de tantos otros militantes que apostaron a un proyecto común.
También llaman a conocer la historia reciente de nuestro país, aseguran que hablar de terrorismo de Estado en Rafaela “conservadora y elitista”, la tercera ciudad más poblada de la provincia, sigue siendo todo un desafío.“Elegimos vivir en Rafaela, el cambio tiene que ser ahí, abriendo puertitas. No creemos que los demás son ingenuos o desmemoriados sino que también son producto de estos procesos, con secuelas de la dictadura, creemos que hay que revertir colectivamente. La memoria y la justicia se construyen colectivamente, hay que ponerle el cuerpo. Desde casa solos, no se logra nada”, dice Marina, que además de luchadora, es madre y docente de literatura.
Y no están solos en esta construcción. Continuamente generan actividades con diversas organizaciones a partir de la idea de articularse y aunar un mismo reclamo de justicia. Así lo vienen haciendo con Nilda Eloy (compañera Julio López), con integrantes del Frente Popular Darío Santillán de Rosario, con familiares Luciano Arruga y con Celeste Lepratti (hermana de Pocho), entre otros.
Poder decir
El 24 de marzo de 2010 Silvia estuvo en los actos en repudio del golpe del 76 de su ciudad. Tres décadas antes, en 1977, fue secuestrada, torturada y violada en un centro clandestino de detención de Santa Fe. Quedó embarazada y le realizaron un aborto. Además, a los 17 años presenció el secuestro de su novio de entonces: Reinaldo Hattemer, quien continúa desaparecido.
Todo ese abismo Silvia logró ponerlo en palabras, frente el Tribunal Oral de Santa Fe el 5 de octubre de 2009, como querellante en el marco de la causa Brusa, que derivó con las primeras condenas en nuestra provincia por crímenes de lesa humanidad.
“Silvia fue una de las pocas compañeras, sino la única en Rafaela, que se animó a declarar la violación y la tortura como elementos de disciplanamiento específico para las mujeres, con nombre y apellido, con fotos. Eso en Rafaela fue único, en cuanto al dolor, al pudor”, explican las compañeras, con la certeza de que el crimen a su vez sirvió para callar y atemorizar a compañeros/as que estaban por declarar.
“Silvia fue una asesinada en democracia y se puede hacer una lectura política de su pasado. Brusa fue el primer juez federal de Santa Fe condenado en nuestra provincia, no son datos menores”, sostienen con fuerza.
Las palabras siguen rodando. Al compás de bombos y murgas de a poco se transforman en consignas y cánticos comunes.El calor popular ahora gana las calles que rodean la plaza San Martín. Somos miles.
Comienza la marcha.
Grupo de mujeres y feministas Enredadera