La realidad de los pueblos originarios ha sido siempre desplazada. Aún en los tiempos que corren y con gobiernos latinoamericanos que se postulan como progresistas, estas comunidades siguen padeciendo exterminios, desalojos y la indiferencia de los poderes políticos y de los grandes medios de comunicación. Esto es lo que intenta reflejar Darío Aranda, periodista de Página12, en su libro “Argentina Originaria. Genocidios, saqueos y resistencia”. enREDando estuvo en la presentación del material y te cuenta por donde viene la mano.
De la forma más sencilla llegó Darío a la Siberia. La cita era en el SUM de la Facultad de Arquitectura. Un lugar especialmente preparado con sillas, micrófonos y pantalla para poder albergar a estudiantes y al público en general.
“Argentina Originaria. Genocidios, saqueos y resistencias” no es sólo una investigación de campo, y en verdad que en este trabajo el periodista puso el cuerpo, sino que además intenta demostrar cuál es el tratamiento que los medios de comunicación hacen de la temática de pueblos originarios.
Marcando estos tres ejes principales (genocidios, saqueos y resistencias), el autor quiere identificar y poner en debate el rol del periodismo. La postura que toma el comunicador desde la facultad, desde las universidades y como ésta educación se traduce a la realidad que se puede percibir de este poder.
Genocidios
Haciendo un paralelo entre lo que fueron las luchas indígenas de los antepasados, como la campaña del desierto y demás exterminios, Darío Aranda demuestra que en la actualidad esa realidad no ha cambiado y que en pleno siglo XXI se utiliza la estrategia del modelo extractivo.
“Entendemos al modelo extractivo como la extracción de recursos naturales, de bienes comunes, o como quieran llamarle, que puede tomar distintos rostros. Por un lado el petróleo, el monocultivo de soja, la minería a cielo abierto, el monocultivo forestal. Son distintas formas de avanzar sobre un modelo de extracción y que tiene costos sanitarios y ambientales”, explica el autor.
“Campos de concentración”, “desaparecidos”, “torturas”, “robo de niños”. Cuando se mencionan estos conceptos lo primero a lo que la mente remite, al menos en el común de esta generación, es a la última dictadura militar que tuvo que soportar nuestro país durante los años ´70 y ´80. Pero esto fue también lo que sufrieron los pueblos indígenas de Argentina.
Explica Aranda: “Muy pocos se animan a cuestionar si lo que sucedió en la época de la dictadura fue un genocidio, al igual de la realidad que vivieron los judíos en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Pero nadie habla de lo que vivieron los pueblos originarios. Esas cinco acciones ellos la vivieron también en carne propia. Y muchos aún se niegan a hablar de esta parte de la historia como un genocidio”.
Y agrega: “la campaña no fue del Desierto, porque no avanzó sobre un desierto, avanzó sobre un territorio poblado, donde estaba ocupado por indígenas. Y no fue la única. Hubo distintas masacres, como la campaña de Cuyo, donde más de 3.000 personas murieron. Y los campos de concentración se extendieron por todo el sur”.
El escritor recuerda que en el año 2007, los pueblos indígenas del Chaco fueron tapa de todos los medios nacionales, y no era por nada bueno, sino por la desnutrición, por el hambre y por la cantidad de personas que morían por esa situación. Mientras que en Salta, en 2011, también fue tapa por la misma situación, la muerte y desnutrición de niños.
“Las palabras más usadas, tanto en 2007 como este año, por los medios masivos fueron: desnutrición, hambre, pobreza, miseria, abandono. Repitiendo que éste era el porqué los pueblos indígenas morían, sin ver el trasfondo de la problemática”, explica y agrega: “los medios no hablaron de esto, por la única y principal causa de que el culpable es este modelo extractivo, el avance de la frontera agropecuaria que les quita el territorio a los campesinos e indígenas y les quita su forma de vida”.
“No es casualidad que los medios no hablen de eso, porque son los medios los engranajes fundamentales de este modelo extractivo que tiene consecuencias directamente humanas”, explica el autor.
Otro concepto a destacar de la disertación de Darío es su postura frente a la nueva forma del genocidio que se produce hacia los pueblos indígenas. “Este nuevo exterminio hacia los pueblos originarios se da sin armas. Se produce solamente invisibilizando, dejando que se mueran. Eso es genocidio por omisión”, agrega.
Planteando además la situación que se vivió con el conflicto por la aplicación de la ley 125, y cómo ese campo sí apareció en la tapa de todos los diarios. De esta forma, queda al descubierto la manera en que los grandes medios miden la noticiabilidad y la importancia de los hechos. Y esta crítica se extendió hacia todos los sectores, tanto sean militantes como no, ya que nadie sabe si quiera los nombre de los compañeros indígenas asesinados por el poder.
“Y aquí hago un paréntesis para poder hablar sobre lo que se generó con esta discusión, que era nomás entre dos partes, la Mesa de Enlace y el Gobierno Nacional, que lo único que se debatía era quién se quedaba con la tajada más grande. Lo que nunca se discutió fue el modelo agrario argentino”, sintetiza y explica Darío.
Saqueos
Recursos naturales y bienes comunes. Son sólo algunos de los conceptos que utilizan tanto economistas como intelectuales para referirse a los recursos. Los Pueblos Indígenas los simplifican diciendo: “Nuestra Vida”.
Mientras apenas un puñadito de empresas, tanto sean petroleras, como de monocultivo de árboles, pooles de siembra, mineras, o como quieran nombrarlos, se quedan con las grandes ganancias y con los extensos territorios tanto del sur como del norte del país, miles de familias de pueblos indígenas son desalojados y corridos de sus lugares, echados casi como ganado.
Los grandes grupos siguen avanzando sobre los territorios, por ejemplo con los monocultivos de árboles, saqueando todo lo que queda de ellos. “Hace dos años en Argentina se hizo el Congreso Forestal Mundial. Las grandes empresas del sector a nivel mundial vinieron a Buenos Aires. Lo más llamativo de esto no eran los negocios que prometían, sino quienes lo auspiciaban. Entre los principales estaban: Parques Nacionales, el INTA, el Ministerio de Agricultura, la Secretaría de Ambiente y el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas. Quien debiera proteger los derechos de estos sectores fomenta directamente una industria de extracción”, denuncia Darío.
Marcando con estadísticas, totalmente certeras y exactas, los distintos recursos que se van saqueando en nuestro territorio, Darío llega al tema del monocultivo de la soja. “Siete empresas se quedan con el 85 por ciento de lo exportado”. Con este dato el autor del libro comenzó esta parte del relato en el que centró su atención en el costado invisibilizado de la problemática: “Nadie discutió esto en las épocas de conflicto Campo-Gobierno”, agregó.
Además, Darío usa datos estadísticos para demostrar el avance del desmonte de pueblos originarios que se generó en el país a partir de este boom de la hoja verde. “En el año 2003 había cerca de 12 millones de hectáreas sembradas con soja. En el 2010, 19 millones de hectáreas”.
Por tanto plantea que el debate que se debe dar hoy en día, cuando el tema del tratado de la Ley de Tierras está aún candente y es tapa de todos los medios. Porque el problema no es ese extranjero que supuestamente quiere venir a comprar las tierras, son esos 4, 5 ó 7 dueños de la mayoría de las extensiones verdes del país, quienes se llevan lo recaudado y desalojan sin tapujos a nuestros pueblos originarios.
Las Resistencias
Plantando su postura en los cambios cíclicos y culturales en el país, en las realidades de las protestas, Darío aclara un nuevo concepto y es que la conflictividad que se está dando este último tiempo es agraria. Los principales focos de luchas y enfrentamientos se sitúan en las peleas por la tierra. Tales son los casos de público conocimiento como Formosa, Chaco, Parque Indoamericano, Ingenio Ledesma en Jujuy, que terminaron con víctimas fatales.
“Hay una nueva conflictividad. Está dada en los sectores rurales. Un ejemplo concreto es la Red Agroforestal Chaco Argentina. Ahí hay 164 conflictos. Ocho millones de hectáreas. 950 mil personas afectadas, en su gran mayoría campesinos indígenas. El 89% de esos conflictos comenzó a fines de la década de los 90, cuando el modelo agropecuario se afianzaba”, explica Darío.
Pero a pesar de esta realidad que se presenta como un pantano frente a los grandes monstruos que son las empresas internacionales que se quedan con las tierras y con las vidas de los campesinos, es la forma en que los pueblos indígenas defienden su territorio, usando como única arma el argumento de que ésa es su vida.
“Un dato más que alentador es que en el 98% de los casos hay un gran protagonismo de las organizaciones en lucha. El MOCASE, el Movimiento Campesino en Córdoba, los Movimientos misioneros, El Movimiento Nacional Campesino Indígena, Los Wichis en Salta frenando las topadoras”, aclara, son ejemplos que hacen creer que otra realidad es posible.
También cabe destacar la postura tanto del Poder Judicial, poniendo en primer plano la salud y luego los negocios, como la de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, que los sitúa en el mismo plano que los derechos violados durante la dictadura.
El autor explica: “Lo que está planteando esta nueva conflictividad, no es una lucha por aumento de partidas económicas, sino el derecho sobre la tierra, sobre una forma de vida. Esto no se puede comprar. No hay dinero que pueda lograr que los campesinos abandonen sus tierras. Y ahí se entiende la lógica privada y estatal de represión y muerte”.
“Creo que esto no es un tema del gobierno nacional, ni de un candidato en particular. Este es un conflicto regional. Porque todos los gobiernos progresistas de nuestros países vecinos también basan sus políticas en el modelo extractivo”, agregó Darío. Y concluyó: “La tierra es nuestra vida, dijo Félix Díaz, una eminencia en estas luchas y creo que acá está la explicación para la conflictividad que viene”. “La tierra es su forma de vida, y por tanto, no los debe llevar a la muerte”.