HIJOS Rosario realizó un emotivo homenaje a las Madres de la Plaza 25 de Mayo, inaugurando una escultura cinética llamada «la ronda» que quedó emplazada en la histórica plaza. «Gracias a ustedes los derechos humanos llegaron para quedarse en el centro de la política nacional. Hoy le decimos que la ronda y sus pañuelos son nuestras banderas”, señalaron desde HIJOS.
Por María Cruz Ciarniello
Fotos: Carina Toso
La Plaza 25 de Mayo ya no será la misma. Desde este jueves 31 de marzo, una estructura cinética acompañará cada una de las rondas. Estará allí, día y noche, para hacer visible la memoria. Para rondar cada vez que alguien decida girar la manivela. Serán los pañuelos de chapa pintada los que darán vueltas una y otra vez, así como lo hacen los pasos incansables de las Madres desde hace ya 39 años.
Serán testigos de las voces; de las historias; las luchas y los cantos. De los poemas y las miradas. De los juegos y las risas, de esas arrugas que jamás claudican.
Tan solo 12 días le llevó a Juan Shegtel construir una escultura de hierro de 4 metros de alto: un molinete de pañuelos que quedó emplazado en la histórica plaza, el lugar de los abrazos, el refugio donde acumular fuerzas para fortalecer los andares.
El homenaje fue pensado y organizado por la Agrupación Hijos Rosario para las Madres de Plaza 25 de Mayo. “La ronda” es el nombre que lleva la férrea estructura; tan firme como ellas, las Madres.
Este jueves 31 la habitual ronda fue más concurrida que otras veces. Llovieron lágrimas en una tarde donde el calor apretó con el mismo vigor que lo hizo el corazón. Sobretodo, cuando las palabras de Chiche Massa y Norma Vermeulen sobrevolaron en la plaza.
«Salir a buscar a nuestros hijos era lo menos que nos tocaba hacer», dijo Elsa Chiche Massa, a quien se la notó profundamente emocionada por la “sorpresa de este homenaje”, que se suma a otros reconocimientos que recibieron en el marco de los 40 años del golpe cívico-militar. Pero esta actividad fue especial: quizá porque fueron los hijos quienes la impulsaron, estrechando ese abrazo profundo que enlaza generaciones e intensos años de lucha.
“El 11 de diciembre, el mismo día que asumía Macri nos juntamos en esta plaza, convocados por las Madres, para resistir, y para decir que no íbamos a permitir un retroceso. Esta plaza es nuestra plaza, porque es el lugar que las Madres nos enseñaron a tomar como nuestra”, señaló Juan Emilio Basso, integrante de HIJOS quien junto a Tomás Labrador, tomó los micrófonos para conducir el breve pero emotivo acto que se realizó luego de levantar -entre muchas manos- la escultura que contiene los pañuelos.
“Ellas se enfrentaron a las dictaduras más sangrientas, genocidas y corruptas que le tocó enfrentar nuestro pueblo. Desde Hijos queremos brindar este humilde homenaje a las Madres 25 de Mayo Rosario. Ellas comenzaron su lucha buscando a sus hijos, y en su búsqueda encontraron los motivos por lo que ellos luchaban y comprendieron así por qué se los habían llevado. Hoy, en épocas en que el mismo plan económico que se impuso diezmando a una generación de jóvenes durante la dictadura vuelve a traer desempleo, pérdida de conquistas sociales y a frustrar los sueños de miles de compatriotas se hace más necesario rescatar la lucha de nuestras Madres y de los 30 mil desaparecidos”, señaló Tomás, nieto de la recordada Madre de la plaza, Esperanza Labrador.
La voz de los Hijos quedó reflejada en una carta que leyeron frente a las Madres. También allí expresaron la necesidad de revalorizar la lucha en tiempos donde los “buitres de afuera y los caranchos de adentro nos venden”. “Es más necesario que nunca entender el mensaje de las Madres: ellas se enfrentaron a los asesinos exigiendo la verdad y pidiendo justicia”, puntualizó.
“Asumimos como nuestra la lucha por la memoria, contra la impunidad y el silencio. Reclamando justicia sin ejercer nunca la venganza. Gracias a su ejemplo comprendimos que el amor vence al odio”.
El agradecimiento hacia las Madres es contundente: fueron estas mujeres llenas de coraje quienes trazaron el horizonte posible para llegar a lo que hoy es un hecho histórico: el proceso de juicio y castigo a los genocidas. “Fue gracias a su ejemplo y su luz que nosotros encontramos el camino para sumarnos a su andar y al de tantos familiares y compañeros iniciados en el mismo momento en que el terrorismo usurpaba el poder convirtiendo al Estado en terrorista.”
Y Tomás continuó con la lectura: “Asumimos como nuestra la lucha por la memoria, contra la impunidad y el silencio. Reclamando justicia sin ejercer nunca la venganza. Gracias a su ejemplo comprendimos que el amor vence al odio”.
Mientras el integrante de Hijos leía la carta, en otra punta enlazada de esta plaza, una niña hacía girar la gran escultura que acerca los pañuelos al cielo y los hace dar vueltas, sin detenerse. “Gracias Madres, gracias queridas viejas por poner en marcha la rueda, marcando un hito que señala un antes y un después en la historia de las luchas populares. Gracias Madres por entregarnos tanto amor, ternura y esperanza. Gracias a ustedes los derechos humanos llegaron para quedarse en el centro de la política nacional. Hoy le decimos que la ronda y sus pañuelos son nuestras banderas”, se escuchó en la voz de Tomás.
El homenaje fue para todas las Madres: las que hoy están y las que ya partieron, dejando huellas marcadas en la memoria: “Marta Hernandez, Noemí De Vincenzo, Lilia Forastello, Chiche Massa, Matilde Toniolli, Norma Vermeulen, Herminia Severini, Lucrecia Martinez, María Angélica Tobo, Nelma Jalill, María Rosa White, Haydé Garat, Blanca Poti, Nélida Moro, Claudia Fernandez de Tasada, Ana Maria Diaz, Francisca Acosta, Darwinia Galichio, Nelly Galaso, Esperanza Labrador, Elena Belmont, Elvira Finsterwald, Elisa Medina, María Irma Molina, Nélida Lopez”. Los nombres siguieron y para cada uno de ellos, hubo un aplauso y la palabra presente, acompañando el reconocimiento.
Hubo también poesía bajo la voz de al escritora Beatriz Vignoli.
Ana María Moro, quien integra el grupo de Apoyo a las Madres, también tomó la palabra mientras en una de sus manos aferraba un molinete de papel. “Cuando éramos niñas jugábamos con ellos. Y esta plaza está hermosa, con estos molinetes y con ese grande que tiene los pañuelos de las Madres, una plaza llena de niños, de gente joven. Llena de poesía. Soy hija de una madre, de Nélida, pero como dijo Néstor (Kirchner) somos hijos de todas las Madres. Ellas marcaron la lucha, hemos crecido con ellas. Hemos tenido époicas de acompañamiento, de retrocesos. Ahora estamos fortalecidas”, dice Ana, todavía conmovida frente a lo que fue la masividad de la última marcha del 24, las más concurrida que se recuerde en los últimos años.
La ternura de Chiche se luce en sus ojos: “Lo menos que nos tocaba hacer era salir a preguntar qué pasó con nuestros hijos. No te podés conformar cuando de golpe un hijo desaparece. Yo recuerdo que en una oportunidad, un conocido periodista había perdido una hija por causas naturales. Y el decía que perder un hijo es como perder un poco el rumbo en el mundo. Nosotras salimos con tal desesperación, con tal angustia, con tal ansia de saber, que en vez de perderlo, encontramos el rumbo que fue el que transmitimos a través de todos estos años de lucha”.
De emoción en emoción. Así están las Madres hoy, en estas fechas, en este marzo que moviliza siempre, cada año. “Estuvimos en la escuela que lleva el nombre Madres de Plaza 25 de Mayo. El acto fue emocionante. Los hijos continuarán porque nosotras ya estamos vencidas, no en nuestras fuerzas de lucha, sino por la biología. Los años mandan, los tenemos. Y hay que pensar que la vida se nos vá”, dijo Chiche, y muchos ya no pudimos contener las lágrimas.
Luego, Norma Vermeulen también agradeció y pidió que no bajemos los brazos, ella, quien jamás lo hizo. “Sobretodo en este momento del país. Hagamos honor a esa generación que dio su vida, los que se exiliaron, los que estuvieron detenidos. Recuperemos los derechos perdidos”.
Finalmente, Gustavo De Vincenzo cerró con el recuerdo de años, su transitar y su vínculo con las Madres que es el vínculo que tienen los hijos con ellas.
Hubo música, hubo niños y niñas sonriendo, dibujando. Hubo algunos nudos entrelazados en el cuerpo. La plaza, como ya lo dijo la escritora Aída Albarrán, está más concurrida desde diciembre. Quizá, porque en tiempos que golpean con dureza, el refugio son sus manos y sus brazos. Ellas están ahí: “escribiendo memoria, pero no una memoria que se atrinchera en el pasado y lo clausura sino una memoria dinámica que se une a la trama de las luchas del pueblo contra la impunidad.”